Opinión

Razones para el optimismo

Lo tocamos con la punta de los dedos y hay bajón, desde luego que sí, pero también hay muchas razones para el optimismo. El Oviedo ha llegado hasta aquí, hasta las mismísimas puertas de primera, subido a una ola de entusiasmo juvenil de la que no se puede bajar porque es esencial para el futuro inmediato. Lo vivido durante esta promoción de ascenso demuestra que por mucho dinero que haya en juego, por muchos jeques que se compren el capricho de los principales clubes de Europa, el fútbol puro, el de verdad, sigue siendo del pueblo.

El fútbol es la pasión de esos casi treinta mil aficionados que hace una semana se quedaron sin voz de cantar y animar sin descanso en el Carlos Tartiere, de esos niños que han lucido con tanto orgullo la camiseta azul en los colegios de toda Asturias y de los entusiastas seguidores que viajaron hasta Barcelona con la ilusión por las nubes para dejar atrás 23 largos años de sinsabores.

Bien haría la propiedad del club, a la que, de momento, resulta complicado ponerle algún pero, en no desaprovechar tal tesoro emocional, un sentimiento que ha sorprendido al fútbol español entre gaitas, el "Asturias, patria querida" y el "Volveremos" de Melendi. Ese halo casi místico que rodea a una entidad que se ha mostrado inmortal en la adversidad merece toda la ambición social posible para que el oviedismo siga creciendo y que el Carlos Tartiere sea siempre una caldera festiva como la que hemos visto durante esta promoción. La temporada que viene se va a estrenar un gran césped y hay que hacer todo lo posible para que la grada pueda estar a su altura.

Este próximo miércoles se cumplen veinte años de aquella triste y emocionante noche del Arteixo en el Tartiere, cuando la afición azul saltó al campo para sacar en hombros a los jugadores que se habían dejado el alma en la promoción para salir de tercera y no lo lograron. El Oviedo de hoy solo tiene que ver con el de entonces por el entusiasmo de su gente, de una afición azul que se va a levantar de inmediato tras la decepción sufrida ayer en Barcelona, una minucia si se compara con lo que se ha padecido en estas dos décadas. Este año no ha podido ser, y en ello han tenido también mucho que ver unos arbitrajes que llegaron a ser desquiciantes, pero si algo queda claro es que el Oviedo ha vuelto y que lo ha hecho con más fuerza que nunca. No nos bajemos de esta ola, que es la buena.

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