Opinión

Justicia para Lángara

El tema de las reformas en los estadios de fútbol es siempre un asunto delicado y controvertido, especialmente cuando se trata de equilibrar las necesidades de los aficionados con las aspiraciones del club. En el caso concreto de la tribuna Lángara, parece que una vez más estamos empezando la casa por el tejado, ignorando las necesidades más básicas y urgentes de la afición.

Un estadio no es simplemente un lugar donde se juega al fútbol: es un hogar para los aficionados. Y como cualquier hogar, necesita cuidados y mejoras constantes para garantizar un ambiente cómodo y seguro. Las primeras medidas deberían centrarse en mejorar la experiencia del usuario. Esto implica adecentar los baños, limpiar los asientos, mejorar los accesos, arreglar las goteras, mejorar el museo…

Es evidente que algunas de estas obras pueden ser competencia del Ayuntamiento, y aquí es donde entra la necesidad de una colaboración eficaz. El club debe buscar acuerdos que permitan acometer estas mejoras sin más dilación. Al fin y al cabo, un estadio en buen estado beneficia a toda la comunidad, no solo a los aficionados del equipo.

Aunque las mejoras en la sala de prensa, el gimnasio y los vestuarios son bienvenidas, es crucial establecer prioridades. Las reformas deben seguir un orden lógico y atender primero las necesidades más apremiantes de la afición. No se trata solo de modernizar, sino de garantizar que todos los asistentes se sientan cómodos y valorados.

El problema específico de la tribuna Lángara es un claro ejemplo de cómo las decisiones pueden afectar negativamente a la afición. Privar a 542 abonados de su localidad habitual es un golpe duro, especialmente cuando se trata de aficionados que han estado con el equipo en las buenas y en las malas. El fútbol es de los aficionados, y cualquier acción que los desplace o incomode debe ser reconsiderada.

La construcción de palcos VIP puede ser una fuente importante de ingresos, pero no debe hacerse a costa de la fidelidad y comodidad de los abonados de toda la vida. Si la desaparición de localidades es innegociable, el club debe mostrar empatía y buscar maneras de compensar a los afectados.

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