Opinión

El rastro del 9-J, más ruido que nueces

Los efectos en los países de la Unión Europea y el cataclismo a la izquierda del PSOE

Es verdad que las elecciones europeas han tenido esta vez más impacto que antes, lo cual no ha evitado que la participación esté por debajo del 50%, con lo que eso implica de desafección de la ciudadanía. Pero sí, han dejado su rastro, si bien más escénico que real.

El nuevo Parlamento Europeo con sus 720 componentes sigue siendo un órgano con pocas competencias y con una influencia muy relativa en las políticas de la UE. Sin embargo, el resultado de su elección sirve a unos y otros para impugnar a los adversarios y para traducir al ámbito del estado su situación de ventaja o fracaso, aunque las consecuencias sean prácticamente insignificantes.

No obstante, es indudable que en clave continental se han producido movimientos sísmicos considerables, como el caso de Francia, con convocatoria de elecciones generales anticipadas, el de Bélgica con dimisión del Primer Ministro, incluso el de Alemania donde el avance de la extrema derecha ha producido un auténtico escalofrío a todo el establishment político. Si bien al final el equilibrio de fuerzas parece a nivel general bastante estable, con la previsión de que Úrsula von der Leyen repita presidencia de la Comisión y que el portugués Antonio Costa asuma la del Consejo, manteniendo ese reparto de poder entre democristianos y socialdemócratas tradicional. Ello no debe ocultar la evidencia de que las corrientes ultras crecen constantemente y que ese avance puede traumatizar la política de países totalmente estratégicos de la Unión, como ya ocurre con Italia.

En clave española también ha habido situaciones críticas, que van a tener consecuencias inmediatas, pero conviene dejar claro que lo que no cambia por ahora es el marco parlamentario actual, que ha propiciado un gobierno de coalición progresista, que en principio no se va a ver afectado en nada por los comicios europeos. Esto desespera al PP, que ha obtenido un buen resultado, 22 eurodiputados, pero que sigue limitado en su capacidad de prevalencia por esos nueve europarlamentarios de las extremas derechas, que le restan un espacio imprescindible para poder ganar y negociar una mayoría suficiente.

Pero además, los socialistas han resistido bien, con 20 representantes, lo que permite a Sánchez respirar tranquilo, en lo que concierne al enfrentamiento directo con Feijóo, pues quedar dos escaños por debajo en unas europeas no significa nada para la política propia. Otra cosa es que la gobernabilidad se complique por otros flancos, como la formación del gobierno catalán, aunque no sea muy previsible todavía.

Donde sí ha ocurrido un cataclismo es a la izquierda del PSOE: la división entre Sumar y Podemos ha sido catastrófica con tres y dos eurodiputados respectivamente. Para Sumar ha sido un fracaso estrepitoso, que obligará de facto a reconducir todo el proyecto, tanto en su aspecto como movimiento ciudadano, como en el de coalición de partidos, y muy especialmente en este aspecto. El paso a un lado de Yolanda Díaz cabe esperar que ayude a ese proceso pero, conseguir, en conjunto, articular una organización de iguales será la verdadera prueba de fuego para salir airosos de ese entuerto. Asimismo el resultado de Podemos solo ha servido para tomarse la revancha con Yolanda, sin que logre utilidad alguna para su recuperación como opción electoral. En cambio, la candidatura de las izquierdas periféricas con tres representantes sí pone en valor la plurinacionalidad en la UE, algo positivo hacia el futuro.

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