Opinión
Gijón y las medallas de la villa
El abuelo policía, un médico, un rescate y la procesión
Doscientos años de la fundación del original Cuerpo Nacional de Policía no, pero sí un siglo, cuando el abuelo salía egresado de La Coruña, guardia primero del Cuerpo de Seguridad. En la Comisaría de Policía de Gijón, caso excepcional, bautizó a su hijo, nuestro padre. No hay mejor medalla de oro que esa generosidad para un Cuerpo entregado en ídem y alma. También para la categoría de plata hay historias de vida de los gijoneses, tan rica y variada.
En primer lugar, medalla a la Atención Primaria, a la revulsiva organización sanitaria de mediados de los Ochenta. Con bastante anterioridad había médicos de familia, tal es el caso del doctor don Justo del Campo, ejemplo de los años Cincuenta, que nos sacó adelante a niños con problemas; nuestras madres iban a homenajear con flores, al parque Isabel la católica, al doctor Fleming que tantas vidas salvó. Bien merecido ese reconocimiento a médicos, sin fechas.
Salvamento Marítimo se alza avizor en esa "seta" arquitectónica erigida en El Musel. Samaritanos de antaño ahora institucionalizado, aquellos pescadores solidarios iban al rescate de sus compañeros en zozobra. Gijón recoge en su historia muchas embestidas. Hemos vivido en primera persona rescates en el litoral con equipos multidisciplinares, un auténtico lujo para el salvamento en Gijón: Bomberos, Cruz Roja, Guardia Civil y Salvamento Marítimo son nuestros ángeles custodios. "Velan por ti cuando sales a la mar…" reza la frase en el espigón Lequerica, justo al lado del mausoleo-libro a don Francisco Carantoña.
Y aún con el egotismo de hablar en primera persona, agradecidos por las nominaciones en voto de la mayoría de gijoneses a través de sus ediles, la religión sale a colación. Quizás un punto de inflexión. Deberíamos releer a Adam Kuper y su magistral desenvolvimiento de Cultura para quienes tengan dudas en su deconstrucción, la cultura son creencias, tradición, costumbres y política, que también.
Si la no comparecencia de todos nuestros representantes políticos -en concordia- para entregar las medallas es media hora arriba o abajo, ya es un problema de ajuste e insignificancia. Pongan a cero los cronómetros, hagan compatible todas las formas de manifestar la cultural ese día.
Si el desencuentro entre concejales está en ignorar a Kuper, la Cultura como versión antropológica, ya es una cuestión de esfuerzo y sentido universal, cuando los homenajeados son quienes están al servicio de la sociedad, de la protección, de la salud, del salvamento y mantenimiento de la tradición. Kuper disecciona la civilización y el progreso como pocos.
Los homenajeados no cuestionan a sus destinatarios, sea cual sea su ideología, color o religión. Esa es la concordia, en el sentido más antropológico y plural de la cultura e historia de Gijón.
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