Opinión

Una idea para Tabacalera

El debate sobre el futuro museístico y cultural de Gijón

Por fin, parece que arranca con decisión un plan para revitalizar las artes en Gijón contando con un conjunto de equipamientos, siendo Tabacalera el núcleo de ellos, para el que ya se piensa contratar una dirección artística, individual o como equipo. La "vía gijonesa", como ha denominado con fortuna la alcaldesa Carmen Moriyón al proyecto museístico y cultural de la ciudad, ya apunta una idea, pues la primera acepción de vía es camino, que bien podemos considerar con un sentido machadiano sin olvidar el atrás de la historia de Gijón que se encuentra en Tabacalera, pero ese hacer el camino debe incluir también el sentido del término que acuñó Juan Cueto como "glocal", y por ello necesita unas relaciones entre lo propio y lo externo acordes con los tiempos que vivimos.

Para la "vía gijonesa" se cuenta con continentes, pero el núcleo vertebrador que los justifique ha de contar también con una idea propia latiendo en su interior, convirtiéndolos en un organismo vivo. A veces es el propio bosque el que no nos deja ver otros bosques, y hoy nos toca comunicarlos deshaciéndonos de los tabiques de los compartimentos estancos. Ya no nos vale la separación entre Ciencias y Humanidades. Un científico de gran talla como Carlos López Otín, menciona con frecuencia las artes, la poesía y la metáfora, la música, la filosofía y la ética, y no como ornamentos prescindibles sino como referentes y guías necesarios para sus objetivos científicos. Otro ejemplo de comunicación con la cultura y las artes lo tenemos aquí y ahora con la iniciativa de LA NUEVA ESPAÑA de Gijón, al organizar el acto de la "vía gijonesa" vinculado a la celebración de su trigésimo aniversario. En este caso la empresa y la cultura se dan la mano teniendo como marco común la ciudad: la empresa la promueve participando en ella y haciendo que otros también participen, y así se comunica lo público y lo privado complementándose en favor de la sociedad.

El mundo del arte también es otro bosque, que acorde con lo artístico debería ejercer de forma creativa en casi todos sus frentes, revisándose de forma autocrítica para renovarse, pero sigue fijado a parte de sus patrones, a veces contradictorios con el arte mismo, confundiendo valor y precio, convirtiendo en espectáculo lo que no es arte del espectáculo, obedeciendo a inercias dominantes, alimentando soberbias y esnobismos, saturando las miradas… Su renovación pasaría por asumir mayores grados de complejidad fuera de sí, abriendo paso con iniciativas en otros ámbitos no artísticos junto a lo institucional para volverlos más permeables a la cultura. El nexo para ello podría ser una creatividad rentable en todos los sentidos, cada vez más necesaria si tenemos en cuenta que aún no se encuentran definidas las profesiones del futuro más inmediato. Lo que correspondió hace años a la ciencia ficción en lo literario, el cómic y el cine, se ha convertido ya en ciencia como realidad. HAL 9000, de "2001: Una odisea en el espacio", se anticipó a lo que se encuentra hoy evolucionando en la inteligencia artificial, y por lo tanto a lo que ya afecta al progreso social en todos sus frentes. Lo mismo podemos decir de los avances de la neurociencia. Nos encontramos actualmente en la época de esa gran máquina creativa que es el cerebro, gracias a que ahora podemos observar su actividad en directo.

Para las iniciativas en favor del arte y la cultura, como la de Gijón, necesitamos una idea con cabeza, una cabeza con plasticidad que continuamente esté aprendiendo y regenerándose, con conciencia de sí misma y de sus propios "yoes" para relacionarse con lo externo. Aplaudimos la ambición y decisión de Carmen Moriyón de aspirar a un modelo cultural propio pensando en grande, convirtiéndolo en referente en Asturias, en España y Europa. Pero lo grande hoy pasa por la capacidad de construir en lo abierto y cambiante, comunicando mundos diferentes, y debería ir más allá del grandonismo verbal de la ciudad, de "la Escalerona", "la Acerona" o "El Molinón", superando complejos de inferioridad respecto a lo propio, algo que se evidencia cuando lo propio llega de fuera con efecto bumerán dejándonos las bocas algo más abiertas.

En cierto modo, todo es grande, visto con telescopio o ampliado con microscopio. Lo grande puede incluir "El Quijote" o un haiku de Basho, la vida de una pradera o la de una sola hierba. Depende de cómo miremos y pensemos, y de nuestra capacidad para asombrarnos, algo con lo que tiene mucho que ver el arte, algo necesario en este mundo tan acelerado, y a la vez tan retrasado por llegar tarde a lo importante.

Lo creativo comprende una capacidad para abordar lo mismo desde diferentes perspectivas, incluyendo disonancias y contrastes, para poder seguir siendo los mismos no siendo lo mismo, para mantener nuestra identidad más viva que anquilosada. El mayor salto evolutivo de nuestra especie se dio cuando nuestras diferentes inteligencias se comunicaron de forma transversal, y cuando nos servimos de lo simbólico para dar un sentido a lo propio y a lo externo, a lo individual y a lo colectivo.

¿Pero, cómo organizar lo multidisciplinar con una idea como la que estamos proponiendo para la dirección artística de Tabacalera y los demás equipamientos? Para ello no hace falta ir muy lejos ni inventar nada, pues los museos ya vienen desarrollando una labor investigadora, expositiva, de conservación, didáctica, etcétera, gracias a equipos de especialistas bien cohesionados, a los que habría que sumar otros de diferentes campos para interactuar con estrategias y programas adecuados, generadores de sinergias entre artistas y profesionales de otros ámbitos, para que sus semillas también prendan e influyan en mayores escalas sociales, en el mundo empresarial, en el educativo, en el científico, en el tecnológico, y siendo muy optimistas hasta en el político.

Suscríbete para seguir leyendo