Opinión

Recuerdos y proyectos

Mirar hacia delante y hacia atrás

"Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte, contemplando cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando". Jorge Manrique (1440?-1479) compuso las famosas coplas al poco del fallecimiento de su padre Rodrigo, ocurrido en el año 1476. La palabra recordar procede del latín "recordari", y no es más que la unión de "re" (de nuevo) y "cordis" (corazón). Equivale a decir que para mantener algo del pasado en la memoria hay que volverlo a transitar por el corazón. Por el contrario, proyectar equivale a lanzar o dirigir algo hacia el futuro, tener ideas, planificar, urdir, trazar o fraguar algo nuevo.

Recordar es necesario. Es más, me atrevo a decir que es imprescindible. Tal como indica el filósofo de origen español George Santayana (1863-1952), "Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo". Aunque esta idea fue oportunamente criticada por el escritor y político estadounidense David Rieff (1952- ), estudioso de la selectividad de la memoria, realmente este es el destino de la humanidad, que no sabe o no quiere aprender de sus errores, la mayoría de las veces repetidos hasta la saciedad. El marco del recuerdo es el que centra el magnífico texto "Europa: Una historia personal", del profesor británico Timothy Garton Ash. Taurus, Barcelona, 2023. Este historiador y periodista describe, de una forma muy amena y personal, la construcción de Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial y la enlaza con todo el bagaje cultural grecolatino y judeocristiano, que sirvieron de base para nuestra modelación. El libro constituye una excelente aproximación para tratar de comprender lo que ocurre en nuestro viejo (nunca mejor dicho) continente, como un reflejo de lo acontecido anteriormente.

La relación entre el pasado y el presente es una cuestión filosófica que ha motivado millares de reflexiones y textos. Tomando una cita del economista y escritor Moisés Naím (1952- ), me quedo con el juego de espejismos que representan lo viejo, lo nuevo, lo olvidado y lo mal recordado, para acabar afirmando que los recuerdos son únicamente uno de los motores que ponemos en marcha para seguir avanzando. Los recuerdos, especialmente aquellos más relevantes, son la base de la inmortalidad y modifican nuestro entramado genético en forma de "memes", que se encargan de transformar a nuestros "genes". La memoria es el sustrato anatómico y funcional de los recuerdos. No disponemos de un único lugar físico donde ubicarla y se halla diseminada por diferentes áreas neuronales, especialmente el hipocampo para los hechos más recientes y la corteza temporal para los remotos, aunque también el cerebelo asume la función de muchos automatismos. Los sentidos, especialmente el visual y el auditivo, también participan en la retentiva y los ganglios de la base seleccionan lo importante de lo accesorio. Un gran número de neuronas y uno mayor de sinapsis nos permiten enlazar nuestros recuerdos con el momento presente y dirigir hacia el futuro, no sólo los pensamientos sino también nuestros proyectos. Recuerdos y proyectos conviven en nuestro cerebro, ambos se relacionan y se refuerzan. De ahí que sean absolutamente indispensables y deban coexistir.

En algunas personas predominan los recuerdos sobre los proyectos. Son aquellas que cuando se encuentran con otros siempre terminan hablando del pasado, de cuando eran más jóvenes o de lo mejor que era el mundo en un tiempo ya transcurrido. En otras personas aventajan los proyectos y en sus palabras se priorizan un gran número de ideas y propósitos. Los primeros podrían denominarse "viejos" y para los segundos reservaremos el calificativo de "jóvenes". Podemos y debemos disponer de recuerdos y proyectos. Ambos se entrelazan en nuestro pensamiento, pero sería deseable que sobresalieran los segundos, si queremos que nuestro espíritu sea más tierno que el carnet de identidad.

Nada más cercano al proyecto que la creación. Tomo este término (La Creación) para recordar ahora el famoso oratorio del compositor austriaco Franz Joseph Haydn (1732-1809), que ilustra el origen del mundo según el Génesis, aunque inspirado en el libro de los Salmos de David (Salmo 19:1 "Los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos") y en "El paraíso perdido", del poeta inglés John Milton (1608-1674). El texto fue elaborado por el Barón Gottfried Van Swieten (1733-1803), excepcionalmente en inglés y en alemán. La obra fue estrenada en abril de 1798 entre un grupo de aristócratas y, posteriormente, en marzo de 1799, representada ante un numeroso público en el Burgtheater de Viena, bajo la dirección del propio Haydn y actuando Antonio Salieri (1750-1825) al fortepiano, en ambas ocasiones con un éxito extraordinario. La composición posee momentos antológicos, como una magnífica introducción orquestal, repleta de grandes disonancias que nos introducen en la representación del caos, como así lo denomina el autor. Quiero destacar, no obstante, el famoso dúo de Adán y Eva, de la tercera parte. Existen numerosas grabaciones del oratorio, pero les recomiendo este diálogo entre los primeros seres humanos, en las voces del bajo Adam Lau y la soprano Lisette Oropesa, bajo la dirección de John Nelson y la "Credo Chamber Music" (Severance Hall de Cleveland, Ohio, en 2015). https://youtu.be/6zclkTIfrkQ?si=w7oWAh4CBHYgoC9w. Podrán apreciar la fuerza de dos jóvenes cantantes, unida a la serenidad de un veterano director. Proyectos y recuerdos en estado puro.

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