Opinión

En el adiós a una extraordinaria mujer

Semblanza y memoria de una jurista impecable y política convencida de que el poder debe estar al servicio de la sociedad

Ha sido la suya una trayectoria política impecable. Comprometida con la reivindicación del papel de las mujeres, y la justicia social, Cristina organizó en 1975 un colectivo jurídico de carácter feminista. Participó como asesora en los trabajos previos a la Constitución y en la reforma de las leyes de reforma de los códigos Civil y Penal.

Cristina Alberdi ha demostrado su valía en el Poder Judicial, donde fue vocal del Consejo General del Poder Judicial entre 1985 y 1990, siendo la primera mujer que formó parte de ese órgano. Su presencia en el Ejecutivo se materializó al ser elegida por Felipe González como ministra de Asuntos Sociales en 1993, cargo que desempeñó hasta 1996. Ella fue la portavoz de la Unión Europea en la IV Conferencia Mundial de la Mujer en Pekín.

Su pasó por el poder legislativo, se hace efectivo al ser elegida diputada del PSOE por Málaga. También fue Presidenta de la Federación Socialista Madrileña.

Cuando le concedieron la Manzana de Oro del Centro Asturiano de Madrid tuve el honor de presentarla. Corría el año de 2003 y hacía muy poco que Cristina había dejado el Partido Socialista por no estar de acuerdo con el Gobierno Tripartito firmado por Zapatero en Cataluña.

Cristina manifestó su desacuerdo con el Estatuto de Cataluña y dimitió de todos sus cargos en la Federación Socialista. Recuerdo que comparé a Cristina con Clara Campoamor, que tampoco dudó de presentar su dimisión cuando comprobó como el Partido Radical, en el que militaba, desviaba sus pasos de la senda trazada. Gestos, tanto el de una, como el de la otra, que nos hablan de la valentía y coherencia de estas dos mujeres.

Para Cristina el poder era un instrumento que, en su mejor acepción, debía servir para cambiar las cosas y conseguir una sociedad mejor.

Gran lectora y amante de la música, nunca descuidaba algo tan importante como la amistad. Era mujer vital y positiva. Así lo fue hasta el último momento afrontando con entereza y una gran paz la enfermedad.

He pasado con ella algunas tardes. La última, el pasado domingo, en el hospital, cuando ya era consciente del final inmediato. Fue un auténtico regalo para mí.

Querida Cristina, doy gracias a Dios por haberte conocido y gozado de tu cariño y amistad. Siempre estarás en mi corazón.

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