Opinión

Mario Merayo Sierra, el arte de la pesca del salmón

El apellido Sierra, estrechamente ligado a la cultura ribereña

Villanueva y Vega los Caseros, el primero en Cangas de Onís y el segundo en el concejo de Parres, ambos núcleos rurales separados por el mítico río Sella, antaño el más salmonero del país. Pueblos ribereños, estrechamente ligados y dónde siempre la pesca fluvial, al pie el ex benedictino Monasterio de San Pedro –actual Parador de Turismo–, auténtico emblema de la hotelería en el área de influencia de la comarca de los Picos de Europa-, en los que se han mantenido fieles a la defensa de la cultura ribereña, ancestral, con sus tradiciones en la práctica de ese noble arte: la pesca fluvial.

En la presente campaña y como no podía ser de otra manera, el apellido Sierra sonó con fuerza por toda la ribera, mientras repicaban las campanas del "Conventu" de Villanueva o los voladores tronaban sobre el cielo de la vieja capitán del Reino de Asturias este pasado viernes, 19 de abril, para recordar que había salido el campanu, el primer ejemplar de la temporada en aguas del páter Sella, esta vez en el prolífico coto Tempranes, entre Avalle y Cañu.

Mario Merayo Sierra, ribereño en mayúsculas, natural de Vega los Caseros, pero residente en Gijón, camino de los 78 años de edad, fue el indudable protagonista de la hazaña tras la tensa espera de días anteriores, desde el arranque de la campaña en aguas continentales asturianas. Era su primer coto y la diosa Fortuna no le fue esquiva, pues, logró prenderlo, luchar algo más de media hora con el monarca del río y, finalmente, con ayuda de Maxi Cueto, sacadera de por medio, echarlo a tierra.

El preciado primer salmón del presente ejercicio 2024 en el río Sella dio un peso en la báscula del Centro Oficial de Precintaje de El Portazgu (Cangas de Onís), de 6,300 kilogramos, además de tener 84 centímetros de longitud. Fue engañado a cebo natural, utilizando la quisquilla -una cocida y otra colorada, de Guillermo "el del Barato". Después, al mediodía del sábado, Mario se embolsó 11.100 euros por la subasta del campanu y otros 2.500 euros de prima otorgada por el Ayuntamiento cangués. En total, 13.600 eurazos.

La próxima cita con la cuenca del Sella de Merayo será el 30 de abril, en el coto Sierra, que lleva el apellido de su abuelo. Y es que, haciendo un poco de historia, "Sierra" es sinónimo de leyenda de la pesca de salmón. Hace años, un director del prestigioso "The Times" escribía sobre Emilio Sierra –abuelo de Mario–, con quien compartía jornada de pesca, lo siguiente: "Practica el más depurado estilo inglés, sin haber recibido más lecciones que las de su intuición".

Emilio Sierra fue uno de los más grandes y de él destacaban que con la caña de mosca en sus manos "dibujaba" sobre las aguas del Sella. Siendo, sin lugar a dudas, aquellos "dibujos", admiración de los entendidos y el pasmo de los profanos que le consideraban "una especie de fabuloso dios del Sella". Humanidad, bondad, sinceridad y amistad, eran sus máximas. Su apellido, Sierra, quedó grabado para la historia, pues, ahí está el coto que le dedicaron, al lado del puente de Les Roces, que une Cangas de Onís y Parres.

Otro gran pescador de la saga de los Sierra fue Ramón –hijo de Emilio y tío de Mario–, también dejando honda huella en el mundillo de la pesca del salmón en la ribera del Sella. Y ahora, años después, otro Sierra, en este caso Mario Merayo tocó el cielo con el campanu de 2024. Eso sí, allá por el año 1975, junto a un grupo de amigos, fue partícipe del campanu de aquella temporada, pescado por un compañero de cuadrilla –minero para más señas-, a cucharilla, igualmente en Tempranes. Lo acabó comprando Emilio Pando Bustillo por 5.000 pesetas.

El salmón, la pesca, el río Sella, la cultura ribereña… Todo un mundo de sensaciones encontradas, toda una vida en defensa de los valores y costumbres de la comarca del área de influencia de los Picos de Europa que aún perduran en Asturias. Cierto es que son tiempos difíciles para esa tradición, cada vez con más restricciones. Pero, dicho esto, congratula cómo la savia nueva asegura el relevo. ¡Que no les quiten la ilusión!