Opinión | Crítica / Música

La mejor manera de continuar

La Sociedad Filarmónica de Oviedo cierra el curso con un notable recital de programa diferente y atractivo

El pasado miércoles se clausuró una nueva temporada de la Sociedad Filarmónica de Oviedo, que durante el próximo curso alcanzará los 119 años de historia. Sin duda, se trata de una de las instituciones musicales de mayor relevancia en el Principado de Asturias y esperamos que continúe incrementando, como ha hecho en los últimos meses, el nivel de su programación. Sería la mejor manera de continuar esta larga historia.

El cierre de temporada corrió a cargo del ensemble "Ars Mundi", una formación camerística muy querida por los melómanos ovetenses. Su interpretación del "Adagio para cuerda" de Samuel Barber fue más que correcta. Con unos crescendos muy progresivos y bien entendidos, los pupilos de Yuri Nasushkin supieron aportar la delicadeza que entraña la pieza sin caer en la pesadez a la que, en muchas ocasiones, nos tiene acostumbrados este repertorio. Al contrario, la versión del Ensemble fue aseada y ligera, con unos graves prominentes y una cuerda muy homogénea y compacta.

"El pulso del lamento. Breve viaje lorquiano" era la segunda obra del programa y suponía una propuesta algo menos convencional. A través de la música para piano, compuesta e interpretada por Fernando López Blanco, y de la declamación de Gemma de Luis, se recreó una escena teatral repleta de dramatismo donde no faltaron ciertos elementos efectistas como los juegos de luces o la aparición de la protagonista en el patio de butacas. La música, intimista y evocadora, y la expresividad del texto narrado por De Luis, siempre con una modulación y entonación muy adecuadas, sumieron al Filarmónica en una atmósfera muy especial: angustiosa al principio y más vitalista para finalizar, con un cambio de registro en la música donde no faltaron guiños jazzísticos. Si bien consideramos muy interesante esta iniciativa -e invitamos a la centenaria institución ovetense a seguir explotándola-, a nuestro juicio estuvo descontextualizada y convendría servirse de un programa más uniforme para redondear este tipo de proyectos.

La segunda parte era todo un reto para Ars Mundi y la violinista Valeria Zórina, poniendo música a "Las cuatro estaciones" de Vivaldi. La solista moldava exhibió una técnica impecable, con una mano izquierda siempre veloz y precisa aún más evidente por la esmaltada sonoridad de su violín. Zórina lució un virtuosismo bien entendido, siempre al servicio de la expresividad y la musicalidad, añadiendo un amplio repertorio de matices (trinos, ligeros ornamentos…) para conferir un atractivo aún más sugerente a su brillante actuación. Por su parte, los jóvenes músicos se plegaron por completo a la solista, arropándola en todo momento, ajustados en las entradas y cayendo juntos en cada acorde, evidenciando la madurez que posee la agrupación camerística. Muy celosos en la afinación, los músicos rubricaron una interpretación llena de pulcritud y elegancia que cierra, de la mejor manera posible, otra temporada de la Filarmónica ovetense.

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