Opinión

El Museo de Defensa, ¿mejor en Trubia?

La historia de las fábricas de armas en Asturias es un ejemplo único de la relevancia industrial de la región. Estas factorías no solo produjeron cañones y armas portátiles, sino que también jugaron un papel fundamental en el despegue industrial de Asturias y de España, sin olvidar el progreso social y cultural que ello trajo. Asturias bien se merece el Museo Histórico de Tecnología e Industria Militar, como así se denominaba cuando se firmó en 2003, con cargo al 1% cultural del Ministerio de Fomento que dirigía Álvarez-Cascos en aquel momento. Con el cambio de signo político en 2004, el proyecto se fue a dormir el sueño de los justos en algún recóndito cajón ministerial, donde yace olvidado por sabe Dios quién.

Trubia es el espacio industrial y urbano más singular de Asturias, configurándose a partir de 1794. El ingeniero jefe de la Armada, Casado de Torres, ubicó la fábrica estratégicamente tras la sangrienta revolución de 1789 para alejarla de la frontera francesa. Contribuyeron mucho la disponibilidad de la fuerza motriz del río Trubia y los recursos naturales cercanos, como el carbón y el hierro.

A menudo se olvida que el patrimonio trubieco incluye bienes intangibles, como métodos pedagógicos, avances tecnológicos y logros sociales. La instalación no solo fue un centro de producción, sino también un motor de progreso social. Desde su fundación, implementó medidas pioneras de protección social para sus trabajadores, incluyendo servicios médicos, farmacias, economatos obreros y viviendas. Estas iniciativas mejoraron significativamente las condiciones de vida en la comunidad, convirtiendo a Trubia en un modelo de desarrollo industrial y social.

Uno de los legados más importantes de esta comunidad es la Escuela de Formación Profesional Obrera (EFPO), creada oficialmente en 1850 por el general Elorza. Esta escuela, pionera en la formación dual, combinaba teoría y práctica, formando a más de 4000 oficiales en sus 140 años de existencia. Los alumnos de la EFPO no solo adquirieron habilidades técnicas, sino que también se beneficiaron de una educación integral que les abrió puertas a altos cargos en diversas empresas.

La creación de un Museo de la Industria Militar es una oportunidad para preservar y difundir este patrimonio histórico-social. Este museo debe abordar tanto los aspectos técnicos como los sociales, proporcionando una visión holística del impacto de la factoría en la comunidad.

Además, la zona presenta varias características que la hacen especialmente adecuada para albergar el museo. La fábrica sigue en plena producción, lo que garantiza un contexto industrial activo y puede ofrecer una experiencia más enriquecedora y auténtica para los visitantes. Mientras tanto, Oviedo ya cuenta con una oferta cultural muy variada, y la villa trubieca carece de esa oferta que antaño tuvo, por lo que un museo aquí no solo llenaría este vacío, sino que también diversificaría la oferta cultural en la región.

Asimismo, esta área, a pesar de ser la cabecera de la Senda del Oso, recibe poca atención de los visitantes que pasan de largo hacia la senda. La instalación del museo atraería a más personas, beneficiando a la hostelería y al comercio local, revitalizando así la economía de la zona.

Además, Trubia está abandonada por el Ayuntamiento de Oviedo, lo dicen sus vecinos. Quien tenga dudas, que se dé un paseo por el lugar. Hay edificios nobles que se están cayendo, algunos de ellos propiedad del ayuntamiento, que podrían albergar perfectamente el museo, evitando su desaparición.

Históricamente, Trubia se separó en 1884 del Concejo de Grado debido a la incomprensión hacia sus problemas específicos. En 1926, con 10.000 vecinos y una factoría pujante, hubo una plataforma para crear su propio ayuntamiento. El Nalón estuvo a punto de desbordarse, pero tras varios movimientos, las aguas volvieron al cauce municipal ovetense.

En cuanto a ejemplos internacionales, no hace falta ir a países muy lejanos para encontrar inspiración. En Italia, con poco más de la mitad de la extensión territorial de España, se redujeron provincias y ayuntamientos, racionalizando su administración para que el sufrido contribuyente no siga pagando tanta burocracia ineficaz. En 2020, en referéndum, los italianos aprobaron reducir un 40% tanto los diputados como los senadores. No parece lejano el día en que en España tenga que pasar algo similar, pues los habitantes son menos y los costes son más. En estas circunstancias, los ayuntamientos de los Valles del Trubia serían candidatos para unirse y, de seguir la desatención, los trubiecos tendrían que pensar si sumarse al resto de los vecinos de su valle.

Volviendo a lo que nos ocupa, lo esencial es, por supuesto, que el museo se haga. Y en Oviedo, pero no olvidemos que Trubia también es Oviedo.

En cualquier caso, se reitera la necesidad de proteger los edificios y lo que allí dentro se fabrica, pero lo más importante es la historia humana que la ha acompañado: cultural, económica, social y de transformación de ideas que todo ello ha producido. Un museo que se olvide de esta parte de la historia perdería su espíritu. Como dijera hace casi 500 años nuestro más conocido infante de marina, el manco de Lepanto, Cervantes: "Las armas requieren espíritu como las letras".

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