El Molinón pasó del drama al éxtasis cuando sonó el pitido final en Elda: "Ahora toca rematar"

Centenares de hinchas vivieron la victoria del Sporting en los bajos del estadio y celebraron por todo lo alto el play-off

VÍDEO: El final del partido del Sporting desata la locura en las calles de Gijón

Pablo Palomo

Pablo Palomo

Pablo Palomo

Volaron los cachis, volaron los hielos, volaron las bufandas y volaron hasta las sillas en los bajos de El Molinón cuando sonó el pitido final en Elda. Habían pasado apenas solo unos minutos, pero atrás había quedado el sufrimiento de la primera parte con los números que no daban, atrás había quedado el taparse la cara con las manos tras el paradón de Yáñez. Atrás, tremendamente atrás, como si hubieran pasado mil años, quedaba el contener la respiración esperando no escuchar el silbato de Moreno Aragón por el posible penalti de Rivera. Solo importaba el presente, la satisfacción, la euforia, el éxtasis. La alegría inmensa de saber que, esta vez sí, las cosas habían salido bien por fin. La alegría de saber que el Sporting había logrado un más que merecido billete para el play-off a Primera y que el sufrimiento de una tarde de locos mereció la pena. "Ahora toca rematarlo", dijeron muchos hinchas.

El partido de Elda desbordó la ciudad. Uno de los epicentros del terremoto rojiblanco se vivió en El Molinón. El Sporting jugaba a más de ochocientos kilómetros de su templo, pero fue en los bajos del coliseo donde la fiesta fue más grande. Allí, en los locales hosteleros, se concentraron varios centenares de aficionados. Eran tantos que una buena parte de ellos apenas podían ver las pantallas de los bares.

Pero estaban allí igualmente, intuyendo lo que pasaba y tirando de radio, de WhatsApp y de móvil para saber qué sucedía en Éibar y en Villarreal. "Los nervios son tremendos", decían Emilio Martínez y Alba Lago, una pareja que veía el fútbol casi desde el quicio de la puerta de uno de los bares. Iban a decir algo más, pero no pudieron porque justo en ese momento toda la zona explotó de emoción. Acaba de marcar Roque Mesa el gol que metía al Sporting en la promoción. "No hay palabras, no hay palabras. Es alucinante", intentaba chillar, ya sin voz, Davor Sánchez, otro gijonés que vivió el partido desde El Molinón. Fue con su pareja, su hermana y amigos. Se fundió un terrible abrazo con todos con el gol. Los minutos finales fueron tremendos. De puro nervio. La gente gritaba a la pantalla pidiendo la hora. Con el final del partido, la emoción de desbordó. La gente celebró encima de las mesas, lanzando los vasos al aire, gritando y hasta bailando un pogo. José Costales y Olga González lo celebraron con un beso.

"El Sporting siempre nos lleva a la adrenalina", afirmaban. "Tengo que madrugar, pero no importa. Hoy (por ayer), a celebrar", aseguraba Laura Carrión, con su grupo de amigos. La tarde fue larga y a medida que salían del parque los coches los presentes los rodaban obligando a tocar el claxon, como si fueran los de los jugadores que ya son los héroes de Elda.