Opinión | Ventana indiscreta

Con la ética hemos topado

El respeto de los valores en el ejercicio de la política

Las noticias de la amnistía, la carta de Sánchez, el piso de Madrid; antes la ley del "sí es sí"… Todos han sacado a flote como plegaria invocadora a la ética para opinar sobre ellas. Las opiniones varían en función del campo político de donde provengan. En algunos casos, en mayor o menor grado, carecen de ese mismo espíritu que evocan, cuando se trata de otros asuntos que atañen por ejemplo a la decencia, siendo esta inseparable de la ética que dicen defender. Tales argumentos éticos se acompañan con el rasgamiento de vestiduras y predicciones apocalípticas sobre la patria hispana. Enarbolan esa ética, es decir la suya, como bandera de lucha y opuesta a lo que ellos y ellas –no suponen– sino que definen como el principio de la inmoralidad.

Si a ese supuesto de apocalipsis patrio se le añade que, después de años de esfuerzos y sacrificios, continúan los mismos o parecidos problemas, cuando no la aparición de otros, el ánimo decae y se hace añicos. La situación social, entonces, toma un camino que va desde el nihilismo a la melancolía. Desde, aquello de "qué verde era mi valle y que bien estábamos antes" hasta "la iconoclastia política". Entre estos dos extremos se sitúan las personas de "corazón honesto", que siempre las hay, y que sin renunciar a su identidad ideológica, ya que es, según ellas, "la única y mejor", se humillan de hinojos ante la santa ética y, renegando de la supuesta inmoralidad social y política actual, se dedican al enriquecimiento de su ego, mirándose al espejo de "su ética", cual eremita en su cueva.

Estas buenas almas tienen como su máxima : "Si no podemos cambiar la situación" al menos, que ella no nos cambie a nosotros". Pero el "síndrome del eremita" aporta, a quien lo busca, un subjetivismo radical, en el que el "Yo" y solo él existe. Su ética es su "Yo". El resto no vale, no existe. Qué decir, si no, a que todo está contaminado para tal postura ética. Y así, erre que erre, todo lo malo es de aquellos que no pasan por el colador de su concepción del mundo. Están en el típico proceso por el cual la impotencia política o el desacuerdo tratan de atemperarlo alimentando su propio ego moral, que inexorablemente demonizará a la opinión discrepante.

La relación entre política y ética siempre ha sido y es muy debatida. El tema, muy controvertido, está lejos de solucionarse. Pero, lo que es indudable es la relación dialéctica entre ambas: la política siempre tiene algo con la ética y la ética, con la política. Que esa relación exista no implica la negación de ninguna de ellas. Sabemos que la política se preocupa por el hacer y la ética por el ser. Siendo que el énfasis siempre se pone en uno u otro verbo: ser o hacer. Y actualmente entiendo que predomina el "ser" sobre el "hacer". El sentimiento. Lo que uno piensa y siente es elevado a categoría ética y por lo tanto hay que aceptarlo, tal cual es. El carnaval está servido. Todos nos disfrazamos de aquello que entendemos es nuestra ética y claro, la necesidad de mantener un cierto equilibrio entre ética y política, entre el ser y el hacer, va a la deriva. El equilibrio entre ambas y entre los sentimientos, emociones y hechos se dilucida en el trapecio de la incertidumbre, pero sin red, y la caída suele ser en el duro suelo de la manipulación de quienes tienen la mentira y la calumnia como ideario político y ético.

Tal vez, lo dicho hasta aquí se podría solucionar teniendo en cuenta la conocida distinción que hizo Max Weber (21 de abril de 1864-Múnich, 14 de junio de 1920) entre ética de la convicción y ética de la responsabilidad: la primera sería aquella que oriente la acción desde el único criterio del cumplimiento de firmes, sin fisuras, principios morales, mientras que la segunda estaría obligada a tener en cuenta las consecuencias, el contexto y las propias repercusiones sobre el que actúa.

Ambas concepciones de la ética tienen sus limitaciones y sus consecuencias. Así, desde la "convicción", es fácil, se argumenta en diferentes análisis y opiniones, desembocar en un fanatismo purista moral, donde la persona que eso piensa obrará en nombre de una legalidad moral o justicia superior que solo ella encarna y conoce, mientras que el resto se halla engañado o manipulado. Es esta postura ética, se continúa diciendo, una forma de egocentrismo que niega el mundo para imponer sus tesis y salvar su relato. Y, claro, el paraíso de los honestos y éticos está tan fuera de la realidad como la resurrección de los muertos.

La segunda acepción de la "responsabilidad es la que compagina mejor, dicen, con la política. Cada vez es más frecuente, otra cosa es que se cumpla, ver relacionados los términos de ética de la responsabilidad en el discurso político, tanto en las instituciones, como en sectores de la llamada sociedad civil.

Más allá de las consideraciones sobre cuál es la más idónea, hay que insistir que la ética y la política tienen innegables relaciones de responsabilidad y de convicción. La primera estaría vinculada con los resultados de un gobierno, siendo ético cuando las desigualdades sociales y sus consecuencias se combaten eficaz y eficientemente. La segunda está vinculada a la causa que se persigue y, así, la política es ética cuando es congruente con los valores que defiende y contundente contra las ideas de los adversarios a los que se opone.

Ambas relaciones son complementarias. La responsabilidad exige que la acción se haga teniendo en cuenta las consecuencias posibles, los fines no justifican los medios, y la convicción, en una democracia requiere que el compromiso político no debe ser excluyente. No hay nada más abyecto dice Weber que la "utilización de la ética como medio para tener la razón". Añado, utilizando la calumnia, la mentira y, cómo no, la sospecha.

Manuel Sacristán, marxista heterodoxo, dejó una reflexión sobre la relación ética-política que entiendo necesaria como colofón al artículo: "Política sin ética es politiquería. Ética sin política es narcisismo". Pues eso, que los valores éticos de respeto, justicia, responsabilidad, honestidad y libertad puedan estar siempre presentes. Ingenuo, que es uno.

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