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Relación de ataques a templos católicos en los años treinta

Numerosas fueron las iglesias y capillas saqueadas e incendiadas durante Octubre del 34 y la Guerra Civil

El cronista gijonés Luismi Piñera ha vuelto a darme otra pista que aprovecho para escribir la historia de esta semana. Así, me acerco a la Biblioteca Asturiana del Padre Patac para buscar un cuadernillo titulado «Número y valor de los Museos y obras de arte destruidos, Iglesias, Conventos y Capillas destruidas», rubricado por José María Serrano Suárez, quien desempeñó la cátedra de Derecho Procesal de la Universidad de Oviedo durante más de cuarenta años y fue director de la Escuela Social en la misma capital.

Relación de ataques a templos católicos en los años treinta

Relación de ataques a templos católicos en los años treinta / Ernesto BURGOS

El profesor elaboró este trabajo con datos de todos los ayuntamientos asturianos sobre lo ocurrido tanto en octubre de 1934 como durante la última guerra. Ahora les voy a resumir lo sucedido en nuestros concejos mineros, con la excepción del de Laviana, que no informó.

En Sobrescobio, de la iglesia de Santa María de Oviñana, tras octubre de 1934 solo quedaron los muros y se quemó su retablo barroco, obra de Francisco de Herrera, valorado en 78.000 pesetas de entonces. En Caso, Santa Cruz La Real de Caleao perdió, en 1936, cinco imágenes, un valioso crucifijo y los objetos del culto, entre ellos 14 piezas de plata; también hubo desperfectos en los altares. Los dos santuarios situados en las afueras del pueblo fueron arrasados y sus cálices se llevaron hasta Laviana.

Durante la revolución, en San Martín del Rey Aurelio fue saqueada la capilla del Colegio San José de Sotrondio destruyendo su interior. San Martín de Blimea y San Andrés de Linares, se incendiaron y del segundo solo quedaron las paredes. Todas las capillas de la zona sufrieron ataques y en el Colegio de las Hermanas de La Caridad arruinaron el retablo y el altar y se llevaron las campanas.

También se profanó el supuesto sepulcro del Rey Aurelio y en la iglesia y la rectoral se dejaron contadísimos objetos. En la de Santa Bárbara, un vecino sofocó el incendio y así pudo salvarse parte del interior.

En Aller, la campana de San Vicente de Serrapio cayó sobre el pórtico; también se destruyeron muchos objetos del interior, pero los libros se recogieron en Cabañaquinta. Todos los templos y capillas próximos sufrieron saqueos y robos de cálices, copones, ropas y ornamentos de valor. En Santa Eulalia de Bello, los fieles consiguieron ocultar algunas cosas. San Juan de Boo sufrió un primer asalto en octubre de 1934, cuando fueron destrozadas las imágenes, ornamentos y muebles, y en 1936 perdió la espadaña y sus campanas.

San Salvador de Cabañaquinta, se voló con dinamita durante la insurrección y luego fue incendiada, aunque se salvó el retablo mayor, algunas imágenes y ornamentos. San Román de Casomera, las capillas de San Roque y Santo Domingo y San Lorenzo de Río Aller fueron saqueadas. En San Miguel de Conforcos, pudo salvarse el Cristo; en Santa María de Cuérigo y San Juan de Llamas, se quemaron ropas, ornamentos y los libros; se llevaron los cálices y las imágenes sufrieron desperfectos. Sin embargo, en la capilla de Llamas se dejaron las campanas y la de La Fuente fue quemada parcialmente.

La parroquia de San Martín de Moreda sufrió el destrozo de la torre y el pórtico perdiendo sus altares, púlpito y confesionario y sirvió como almacén de lo saqueado en otros templos; al final de la guerra había allí una enorme cantidad de cálices, copones, candelabros y seis campanas.

En Santa María de Murias, desaparecieron las campanas, se destruyó el interior y se quemaron los libros. De Santibáñez de La Fuente desapareció la plata, candelabros y lámparas y fueron mutiladas tres imágenes; también se quemó la biblioteca del párroco formada por 3.000 volúmenes. La capilla de San Antonio Abad en Villar fue arrasada. La de San Antonio de Padua, saqueada y al santo le mutilaron las manos. En San Juan de Riomiera, hubo robo de campanas y desperfectos en los altares, tres imágenes destruidas y otras tres mutiladas. La capilla de San Pedro de Llanos se incendió y en la de La Fuente, desaparecieron la Virgen de Los Dolores y las campanas.

En el concejo de Langreo, Santa María Magdalena de Barros conservó algunos ornamentos, pero del templo de Blimea no quedó nada. El interior de San Esteban de Ciaño sufrió desperfectos. En San Miguel de Lada se quemó en 1934 el archivo que databa del siglo XVII y en 1936 se destruyó la iglesia por completo y se llevaron las campanas. San Martín de Riaño fue incendiada. Nuestra Señora de Tuilla y San Eulogio de Sama sufrieron robos y explosiones de dinamita tanto en 1934 como en 1936 y la rectoral de esta segunda iglesia se convirtió en cárcel. De Santa Eulalia de Turiellos tras la revolución solo quedaron las paredes. Entonces también fueron saqueadas la capilla y Colegio de los dominicos de La Felguera y Santa Bárbara de Langreo.

En Lena, la emblemática iglesia de Santa Cristina sufrió en 1934 destrozos en la esquina suroeste y el nártex, que pronto fueron restaurados y durante la guerra solo perdió las vidrieras. El producto de los saqueos, los libros parroquiales y campanas como las de Parana, Cabezón y Llanos se depositaron en la Pola. En Puente de Los Fierros quedó una campana. Las ocho imágenes de Nuestra Señora de Las Nieves de Campomanes sufrieron daños; de Santa Eugenia de Tiós y la capilla del Santo Cristo no quedó nada. San Román de Carabanzo fue quemada y desapareció su campana, aunque se salvaron algunos ornamentos.

En Santa Eugenia de Casorvida se destrozaron todos los retablos e imágenes y desaparecieron los cálices y la campana. Los mismos destrozos sufrió la iglesia de Malvedo. Santa María de Castiello fue hospital y almacén en octubre y sufrió una explosión de dinamita; después la saquearon durante la guerra.

San Claudio de Herias fue expoliada. San Antolín de Sotiello, San Juan de Mamorana, Santa Rita de Vega del Ciego y San Lorenzo de Felgueras solo sufrieron el robo de las campanas. Los objetos de culto de San Vicente de Columbiello se guardaron en casas del pueblo. En Santa María de Congostinas desaparecieron dos de las tres campanas y se quemó todo. En Bendueños se destruyeron cuatro imágenes. En Heros, la imagen de San José y los ornamentos. En el Santísimo Cristo de la Frecha, un retablo, las campanas y cuatro imágenes. En Jomezana faltaron las campanas y objetos de culto. Santa Eugenia de Muñón Cimero quedó completamente destruida.

En San Miguel de Pajares, se quemaron altares e imágenes, pero los vecinos guardaron algunos objetos. En San Miguel del Río, se quemaron las ropas y seis imágenes. En Santa María de Parana, otras siete imágenes, sin embargo, se dejaron las campanas.

San Juan de Piñera quedó intacta; en cambio, el templo de San Martín en Pola fue incendiado en 1934 junto a la rectoral y el Ayuntamiento y durante la guerra fue arrasado. La filial de San Feliz, la de La Flor y la capilla del Colegio de la Sagrada Familia fueron respetadas. San Martín de Puente Los Fierros fue expoliado, se quemaron cuatro imágenes y se robaron las campanas.

Santa María de Telledo se incendió, pero en Santo Adriano de Riospasos, el alcalde que era comunista, lo impidió. Hubo saqueos en las de Tuiza, Zureda y San Martino de Villallana quemando imágenes, retablos y ornamentos. En Cabezón, lo mismo, dejando las campanas, como en Santiago de Llanos del Somerón, donde se perdieron nueve imágenes.

En Mieres, Santa Eulalia de Ujo y Santa María de Figaredo fueron saqueadas en 1934, sin más daños, y sus libros se bajaron a Mieres junto el archivo de Villarejo. San Bartolomé de Baíña ya había sido quemada en 1931 y de nuevo en 1934. El Santo Ángel de Villar se quemó y la capilla de Cenera fue respetada. En San Pelayo de Gallegos se quemaron tres retablos del siglo XVII, pero se salvó la imagen del santo. En San Pedro de Loredo quedaron algunas imágenes y ornamentos y San José de Ablaña se incendió y se bajaron las campanas.

La parroquia de San Juan Bautista de Mieres, fue convertida en 1934 en depósito de armas y municiones tras el destrozo de sus imágenes. Siguió con la misma función en 1936; entonces se bajaron las campanas, pero se respetaron las nuevas imágenes con el rostro vuelto hacia la pared. El convento de los pasionistas fue saqueado y habilitado como cárcel y una carga de dinamita voló la bóveda y la sillería de su iglesia. La iglesia de Bustiello también sirvió para almacenar municiones, respetando su interior. En La Rebollada, se quemaron las imágenes y ornamentos y se llevaron las campanas. También en Santa Cruz, desaparecieron las campanas junto a objetos de plata. Santa Rosa y Santa Eugenia de Siana sufrieron graves daños.

San Martín de Turón se convirtió en centro de la CNT, faltó la campana, pero se salvó un Cristo que estaba en restauración. En Urbiés, la iglesia de Santa María, la rectoral y las capillas de Santa Eulalia y Nuestra Señora de la Merced fueron arrasadas. Santa María de Valdecuna también fue incendiada y violados los sepulcros del interior. El Santuario de Los Mártires junto a las capillas de Viesca y Paxío sufrieron desperfectos considerables y Santa Apolonia del Pedroso, se arrasó para aprovechar sus materiales. Por último, la capilla de Murias, quedó deshecha por una explosión cuando servía de polvorín.