Opinión | de lo nuestro Historias heterodoxas

Urbano Sánchez, entre Cuba y El Mazucu

Natural de Barros, emigró con éxito al país caribeño para a su retorno fallecer en la batalla más cruenta de la Guerra Civil en Asturias

Siempre he defendido que en las guerras las medallas de los generales se forjan con la sangre de los soldados y que cada uno de estos tiene su propia vida, una familia y unos afanes que se sacrifican para que un puñado de personajes, casi siempre mediocres, figuren en las páginas de los libros de historia como protagonistas de unos hechos que solo han podido ver de lejos desde sus despachos.

Urbano Sánchez, entre Cuba y El Mazucu

Urbano Sánchez, entre Cuba y El Mazucu / Ernesto BURGOS

Me gustan las biografías de las gentes sencillas que nos representan a todos, con unas vivencias en las que muchas veces reconocemos a nuestros propios ancestros, aquellos que también buscaron las mismas soluciones para escapar de las penalidades o la miseria o lucharon para mejorar su condición. Por eso hoy quiero traerles el resumen de una de estas vidas que he encontrado en la Revista de Historia Contemporánea Alcores.

Es un trabajo firmado por el palentino Diego Quijada Álamo, doctor en Historia Moderna vinculado al Instituto Universitario de Historia Simancas de la Universidad de Valladolid, que en esta ocasión ha dejado los límites temporales del periodo en que está especializado para acercarse al primer tercio del siglo XX y contarnos el periplo vital de uno de sus antepasados langreanos.

Para documentar su texto, Diego ha tenido que consultar diferentes archivos españoles, cubanos y de Estados Unidos, pero también los libros parroquiales de Santa María Magdalena de Barros y San Martín de Riaño, sin olvidar los recuerdos que se guardan entre sus familiares; después, ha enmarcado todas estas informaciones con otros datos sobre la industrialización, el sindicalismo y la vida cotidiana en la cuenca del Nalón y el resultado es el artículo titulado Un viaje de ida y vuelta: de Asturias a Cuba. El miliciano Urbano Sánchez Rodríguez (1890-1937) y su tiempo, que les recomiendo leer si las líneas que siguen despiertan su curiosidad.

Urbano Sánchez nació en Barros el 26 de julio de 1890, en el seno de una familia de campesinos formada por un matrimonio con cinco hijos varones y una hija. Después de que su padre –Manuel– falleciese a los 54 años, su madre –Matilde– tuvo que añadir a las labores de su pequeña huerta otra actividad para mejorar su economía y empezó a vender en el mercado semanal de Langreo embutidos que previamente adquiría en Noreña; al mismo tiempo, Urbano también aprendió el oficio de carretero para llevar algo de dinero a casa.

Cuando en 1906, Francia y España alcanzaron en la Conferencia de Algeciras un acuerdo para dividirse el protectorado de Marruecos en dos áreas de influencia, todo hacía prever que estaba a punto de producirse una gran movilización para controlar la amenaza rifeña en nuestra zona. Ante el temor de ser enviado a África –y también para buscarse un horizonte mejor–, Urbano y su hermano Alejo tomaron el camino de la emigración viajando hasta Cuba, donde ya estaban otros dos de los hermanos, con la intención de juntar unos ahorros y poder invertirlos después en Asturias.

Aquella fue su primera estancia en la isla y, efectivamente, ya pudo retornar a su tierra en 1918. Dos años más tarde contrajo matrimonio con Faustina Camporro, una joven natural de Peñarrubia, en Riaño, once años más joven que él, que era hija de un capataz de Duro Felguera y trabajaba como cocinera para los marqueses de Camposagrado, lo que hizo posible que se casasen en la capilla del palacio de Villa.

En diciembre de 1920, la pareja tuvo su primera hija y Urbano decidió volver a Cuba, esta vez a Guanabacoa, al este de la bahía de La Habana, donde también residían otros familiares de su rama materna, y allí empezó a trabajar como carpintero para prepararlo todo antes de recibir a su mujer y a la pequeña y establecer su hogar definitivamente. Con el mismo fin, se inscribió en noviembre de 1921 en el todopoderoso Centro Asturiano de La Habana, el lugar en el que miles de emigrados establecían sus relaciones sociales y económicas. Poco después ya llegaron Faustina y su hija, y el 23 de enero de 1924 nació una segunda niña.

Cuando la situación mejoró, pensaron en aprovechar los conocimientos culinarios de la mujer y abrieron una fonda en la que Faustina cocinaba y Urbano se encargaba de servir las mesas y atender a los clientes. Todo marchó tan bien que pudieron llamar con ellos a una de las hermanas de Faustina, quien acudió desde Asturias en 1926.

Nos encontramos ante un ejemplo de lo que fue el sistema de relaciones en la emigración asturiana a Cuba, con miles de casos parecidos en los que los primeros desplazados ayudaron a dar el mismo paso a otros familiares y vecinos en cuanto tuvieron éxito, hasta el punto de que en algunas zonas rurales esta costumbre acabó creando problemas demográficos.

Sin embargo, el calor y la humedad del Caribe acabaron afectando la salud de Faustina, y en abril de 1935 la familia se vio obligada a regresar definitivamente a La Felguera. Esta decisión cambió radicalmente la vida de Urbano Sánchez que aquí se encontró con la represión consiguiente a la insurrección de octubre, en la que había tomado parte destacada su hermano Nicolás, pero también con que el encarcelamiento de muchos metalúrgicos de Duro Felguera hacía fácil encontrar trabajo en la factoría.

La familia se instaló en la calle Wenceslao González y Urbano mantuvo su espíritu emprendedor compaginando su trabajo en los talleres con un pequeño chigre que atendía principalmente su compañera. Al mismo tiempo pidió el ingreso en la CNT.

Aunque Diego Quijada deja abierta la posibilidad de que el asturiano ya hubiese entrado en contacto con las ideas anarquistas en Cuba, lo más probable es que lo hiciese impulsado por el ambiente que entonces se estaba viviendo en los pueblos de la Montaña Central y a través de sus compañeros de la fábrica, donde era mayoritario el sindicato anarcosindicalista que entonces contaba en el Nalón con 4.000 afiliados.

En septiembre de 1936, Urbano lo dejó todo para tomar las armas contra los militares que habían iniciado un levantamiento en los cuarteles dos meses antes e ingresó en las milicias del Ejército Popular. Durante la guerra, la CNT contó en el Frente Norte con nueve batallones y él se integró en la primera compañía del "Asturias n.º 10", que dirigía Higinio Carrocera, con el que tenía un parentesco cercano, ya que sus padres eran primos.

Gracias a su experiencia en los restaurantes, Urbano asumió en el batallón la responsabilidad de llevar la intendencia relacionada con la alimentación de sus compañeros, encargándose tanto del almacenamiento de los víveres como de la elaboración de los ranchos en la cocina, compartiendo esta tarea con otra joven cenetista del Nalón llamada Felicidad San Cipriano Fernández. Una tarea que no resultaba sencilla por la escasez de provisiones que muchas veces se sufría en la línea de fuego.

Según el relato de su biógrafo, en 1937 Urbano Sánchez pasó a estar bajo las órdenes directas de Baltasar "Jarín" Ibáñez Calvo, adscrito a la Brigada 192, integrada también por anarcosindicalistas coordinados por Higinio Carrocera. Esta fue una unidad decisiva en la defensa de la posición de El Mazucu, en la sierra de Cuera, la batalla más cruenta de la guerra civil en Asturias, en la que 5.000 milicianos tuvieron que enfrentarse a más de 30.000 soldados que además contaron con 80 piezas de artillería y el apoyo de 70 aviones alemanes de la Legión Condor.

La resistencia, que se prolongó desde el día 5 hasta el 20 de septiembre, supuso la pérdida de un gran número de vidas, aunque no logró frenar la ocupación militar de la región. Es difícil conocer la cifra exacta de los muertos en aquella ofensiva desigual, pero entre ellos estuvo Urbano Sánchez, caído el lunes día 13 posiblemente en un contraataque con bombas de mano en medio de la densa niebla que aquella jornada cubrió las montañas.

El 6 de octubre de 1937 se hizo público el listado de víctimas mortales del batallón 210, entre las que figuraba su nombre. En el certificado de defunción redactado por el jefe de su unidad puede leerse que "murió gloriosamente en el cumplimiento de su deber". Después, la represión se cebó con su familia: su hermano Nicolás que era el único que se había resistido a emigrar, tuvo que exiliarse a Francia por su participación en los hechos de octubre y su posterior militancia en el Socorro Rojo Internacional y allí permaneció hasta 1942.

Otros tres primos carnales también perdieron la vida en aquellos meses: Julio García Rodríguez cayó en combate en Colloto el 21 de febrero de 1937, a la edad de 26 años, y los hermanos José y Ovidio Gutiérrez Rodríguez fueron asesinados en las proximidades de Barros. La vida de Urbano Sánchez, afortunadamente ha sido rescatada del anonimato por el empeño de Diego Quijada Álamo y seguramente aún quedarán en Barros algunas personas que puedan recordarlo.

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