Opinión | A mi aire

Extremismos

Los extremismos políticos siempre rebrotan, como las malas hierbas, cada vez que la moderación defrauda, que es a menudo. Cuando las opciones, digamos, centrales, las mayoritarias en condiciones normales, las preferidas por las sociedades que quieren vivir en un razonable estado de libertad, seguridad y bienestar, olvidan su misión y dejan de prestar atención al sentir ciudadano, aparecen los extremos, los populismos, los salvapatrias, con sus mensajes resultones que calan con facilidad en una gente harta de saberse ignorada.

Esto viene a ser como un gran barco, que cuando se escora hacia el capitalismo salvaje, malo, y cuando lo hace hacia el socialismo radical, malo también. Mejor dicho, en ambos casos, excelente para unos pocos y horroroso para la gran mayoría. Cuando los pilotos olvidan que su principal obligación es procurar una navegación tranquila y bien planificada, el pasaje se va revolviendo hasta que llegan al puente de mando los más insensatos.

Lo de Trump, que si nadie lo remedia volverá a la Casa Blanca, es el resultado de muchos años de no escuchar a la gente. Tan es así que ni siquiera buscaron otros candidatos a la presidencia, alguien que transmita confianza y cercanía. Y esos vacíos son el espacio ideal para el extremismo.

Este fenómeno también sucede en Europa de manera cíclica -cada vez que los pueblos se cansan de no ser atendidos. Y los extremos ya están aquí de nuevo. ¿Por qué? Pues, sencillamente, debido a que las formaciones moderadas volvieron a despegar los pies del suelo y a ignorar los problemas de la gente.

El brexit comenzó siendo una reclamación de mayor control migratorio. No se hizo caso, tomó cuerpo el discurso que conectaba inmigración y delincuencia y pasó lo que pasó. En el resto de Europa, con una política que desoye a la calle, las inquietudes se acrecientan: percepción de inseguridad y desprotección, destrucción de las formas de producción locales y dramática dependencia económica y energética de chinos, rusos y árabes.

Y mientras nos asfixiamos con lo políticamente correcto, los extremos van ganando posiciones.

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