La ciudad encara una profunda reorganización de los centros expositivos

Así es la gran obra de Tabacalera: seis espacios, ascensor al Cerro y cafetería con terraza

El nuevo Museo Nicanor Piñole tendrá seis salas para homenajear al artista y el auditorio, semisoterrado, contará con unas 400 plazas

La obra de Tabacalera creará un gran complejo de seis centros que funcionarán, a su manera, de manera independiente. La reforma, que costará casi 21 millones de euros y cuya tramitación para salir a licitación se iniciará «en unas semanas», dejará casi 1.500 de metros verdes y creará dos nuevos edificios que se sumarán al histórico ya existente y que, unidos por una cubierta vegetal y cerrados por un zócalo, conformarán una gran manzana unificada de unos 13.000 metros cuadrados, 10.000 de ellos útiles. El plan creará, además, nuevos accesos, con entradas por Sebastián Miranda a la zona ampliada y con dos puertas principales por María Bandujo y por Emilio Muñiz «El Negro» que se unirán en lo que será un nuevo «atajo» para acceder desde la plaza de Periodista Arturo Arias hasta el inicio del parque del Cerro. Este pasadizo que une las dos entradas principales, además, tendrá un ascensor, por lo que cuando el complejo esté abierto al público los vecinos podrán subir el último tramo del barrio ahorrándose las cuestas del entorno. Parte del proyecto constructivo, presentado ayer en una multitudinaria puesta de largo en el edificio histórico de Tabacalera, ha sido elaborado por los arquitectos Ignacio Olite, Carlos Pereda y Óscar Pérez. Las obras empezarán el año que viene y terminarán en 2027.

Los responsables del proyecto explicaron que el futuro Centro de Arte Tabacalera debe entenderse como un «complejo» que tendrá una organización, también, compleja. Serán seis los centros que tendrán de alguna manera una esencia propia: la antigua vicaría, la vieja iglesia, el resto del edificio histórico, el nuevo edificio de restauración y el nuevo edificio administrativo que acogerá a la Fundación Municipal de Cultura y, a su vez, tendrá en su planta superior el Museo Nicanor Piñole –un cambio que adelantó LA NUEVA ESPAÑA–, y que funcionará como un museo con entidad propia.

Con esta distribución, que detalló ayer Olite, se precisarán varios accesos por el entorno para que algunos complejos, especialmente la iglesia (que será un gran espacio escénico de usos variados), puedan funcionar con horarios independientes. Los arquitectos –estuvieron ayer presentes en la cita Olite y Pérez–, de hecho, entienden la iglesia como «un edificio dentro de otro edificio», el histórico, que ya cuenta hoy con un acceso por rampa, plenamente accesible, y que en su interior se adecuará de manera que pueda albergar casi cualquier tipo de acto, desde exposiciones hasta obras de danza y de teatro. En época fabril, se usó como almacén, y por eso apenas sufrió cambios y se mantiene –al menos si se compara con el resto del complejo del viejo convento– en buenas condiciones. «Puede formar parte del circuito de visitas del propio edificio, como parte de su historia, pero también usarse al margen», explicó Pérez.

Otro gran espacio para actividades culturales será un nuevo auditorio semisoterrado en el edificio administrativo que tendrá un aforo para unas 400 personas y será, también «multifuncional», según los arquitectos. El sótano del edificio histórico, por su parte, acogerá el almacén –el uso de este espacio lleva fijado desde hace años–, y ocupará alrededor de 1.000 metros cuadrados. Será visitable, si bien ya no se contempla como tal su uso como pinacoteca, que era una de las alternativas que se habían estudiado en el anterior mandato.

El edificio de restauración –aunque fuentes municipales señalaron estos días que este pequeño edificio será principalmente una cafetería de museo y que no se plantea por ahora una gran apuesta como restaurante como tal– tendrá una zona terraza. Es un edificio de nueva construcción pequeño en planta y linda con Emilio Muñiz.

El otro edificio, situado en frente de este y lindando con María Bandujo, es denominado por los arquitectos como el «edificio administrativo», si bien sus usos definitivos están aún pendientes. Sí se sabe que la última planta acogerá el nuevo Museo Nicanor Piñole y, se explicó ayer, este espacio se distribuirá en seis salas modulares, «como pequeñas salas» –en palabras de Pérez–, para poder contar la trayectoria del artista a través de diferentes discursos. Ya se han hecho las primeras reproducciones de cómo podría quedar este nuevo espacio museístico y, de acuerdo al diseño de los arquitectos, la idea es que estas salas cuenten con luz natural y celosías.

La segunda planta será administrativa, en este caso para acoger a los 155 trabajadores de la Fundación Municipal de Cultura. Más de la mitad de ellos, 65, trabajan actualmente en espacios del Antiguo Instituto, por lo que el traslado dejará nuevos espacios disponibles en este céntrico complejo cuyos usos se están ya estudiando. La primera planta, aunque por ahora se mantiene como uso administrativo, podría blindarse como espacio para la futura Filmoteca de Asturias, tal y como adelantó ayer LA NUEVA ESPAÑA, en caso de que este proyecto, responsabilidad del Principado, prospere. La planta baja, de recibidor, dará acceso al auditorio, que es uno de los espacios que también se han diseñado ya con reproducciones digitales para dar una idea de la apuesta estética de la reforma. La que se dio a conocer ayer muestra un escenario sobrio y un graderío de butacas en altura.

El resto de usos del edificio histórico, por último, son los ya sabidos: la planta baja acogerá el futuro Museo de Gijón –sirviéndose del pozo romano hallado en el entorno, los restos de la época en la que el complejo funcionó como convento y su etapa más reciente como fábrica– y dos plantas enteramente expositivas para poder acoger muestras de los fondos municipales y captar, especialmente, exposiciones temporales de grandes colecciones de artistas nacionales e internacionales.

Los arquitectos destacaron su apuesta por la "accesibilidad" de un complejo que, gracias al ascensor situado en lo que será el recibidor principal y que se instalará en un acceso que comunica las dos entradas principales –por María Bandujo y Emilio Muñiz–, facilitará una entrada más rápida y sencilla hasta el Cerro. Los técnicos, de hecho, hablan ya de un nuevo "eje peatonal" que "atravesará" Tabacalera entre su parte histórica y su parte ampliada. 

La otra gran apuesta de la reforma, según los arquitectos, es la "renaturalización" del entorno, que sumará algo más de 1.400 metros verdes en dos espacios: un jardín que recreará el que tuvo el antiguo convento, y que tendrá forma de "L" entre la iglesia y a lo largo de toda la fachada norte, y otro en el entorno de la cubierta vegetal entre la zona histórico y la ampliada. Serán dos jardines "funcionales": uno de ellos con la función de servir también como elemento histórico por la propia historia del convento y otro con una finalidad más ornamental. 

Olite, además, explicó que su equipo lleva 14 años involucrado en un proyecto que, tras tanto recorrido, ha tenido que ir amoldándose a los tiempos. Señaló, por ejemplo, que la idea inicial no era esta manzana unificada con zócalo y que esa necesidad surgió más adelante, con el parking del barrio Alto ya en funcionamiento, cuando se plantearon dudas respecto a la "seguridad" del entorno si se apostaba por un diseño más abierto. Ese zócalo que ya se ve hoy en el edificio histórico, sin embargo, sirvió de inspiración para diseñar el resto del cierre perimetral de la manzana y para marcar el estilo de los dos nuevos edificios. "Ese zócalo ahora se convierte en tapia y luego en fachada", explicó Olite. Los dos arquitectos señalaron, también, que el proyecto sigue siendo aún hoy "muy difícil de explicar" por tratarse de un complejo edificado en pendiente –hablar de una planta baja no significa lo mismo desde María Bandujo que desde Emilio Muñiz, que está más elevado– y con una distribución de espacios compleja, pero aseguraron que el futuro centro de arte será "funcional", sin barreras arquitectónicas, y unificado. 

El vestíbulo principal, con su cubierta vegetal –que estará "partida" por un gran árbol que busca ser uno de los nuevos elementos reconocibles del complejo–, también ha ganado protagonismo en este diseño final al ejercer como ese "eje peatonal" hasta el Cerro, pero, también, como entorno de acceso a todo el recinto: desde aquí se podrá entrar en la tienda que tendrá el nuevo museo y habrá señalizaciones para llegar a los seis espacios previstos. 

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