Opinión

El arte de saber aburrirse

Confieso que para mí el aburrimiento es un disfrute. Cuando un niño me dice que se aburre, siempre contesto lo mismo: "pues a ver qué se te ocurre". No olvidemos que los procesos más creativos provienen del puro aburrimiento.

Los padres tendemos a sobre estimular a nuestros hijos y casi no sabemos qué inventar para mantenerlos con actividades los siete días de la semana, así que normal que cuando toque aburrirse, protesten. Pero esa exigencia a la que nos vemos sometidos es debido al estilo de vida actual porque nos ha tocado vivir rápido, "fast life" lo llaman: comportamientos obsesivos que reflejan una necesidad constante de actividad y control sobre nuestras vidas.

Esa necesidad de estar revisando continuamente el teléfono, el correo electrónico o las redes sociales, de intentar hacer varias tareas a la vez, como trabajar en un proyecto mientras se responde al whatsapp, se atiende una llamada telefónica o se supervisa una videoconferencia, nos ha convertido en personas multitarea. Por no mencionar el fenómeno FOMO (Fear of Missing Out): Estar constantemente preocupado por no perderse eventos sociales, tendencias o noticias. Este interés obsesivo puede provocar una ansiedad generada por el miedo a no poder participar en un acontecimiento social relevante o cualquier otra experiencia positiva, una tendencia que nos obliga a asistir de manera compulsiva en todo tipo de iniciativas.

Precisamente el lunes pasado, en la presentación del verano gijonés, quedé abrumada ante la cantidad de actividades que hay programadas durante la temporada estival en nuestra ciudad. Iniciativas siempre positivas para Gijón, que despliega durante los meses de verano todo su esplendor. Pero he de confesar que me entró un sentimiento de desazón solo pensando en toda aquella programación en la que me encantaría participar y que, por supuesto, no iba a ser posible, entre otras cosas, por mi neura de evitar aglomeraciones.

Volviendo a nuestro estilo de vida actual, hemos llegado a un punto en el que consumimos tanta información o desinformación a lo largo del día que es imposible pararse a razonar para fijar nuestro propio pensamiento crítico. ¿Elegimos por nosotros mismos o decidimos en función de la oferta? ¿Si no hubiese oferta, qué haríamos? ¿Si no existiesen prescriptores, nos aventuraríamos?

Invito a detenerse, a observar a nuestro alrededor por el simple placer de la contemplación. Suena cursi, lo sé, pero las personas que conozco que lo practican os aseguro que son más felices porque sin darse cuenta fomentan el desarrollo personal y el bienestar emocional. Tener la suerte de trabajar en el sector de la cultura y, concretamente, las artes plásticas, consigue que aprecies ese espacio de quietud y reflexión que tanta falta hace en estos años que nos tocan vivir, donde los detalles más pequeños y sutiles son los que cobran importancia.

Y con esto termino, invitado a explorar esa experiencia profunda y enriquecedora que incita a la mente a frenar y observar el mundo con detenimiento y aprecio. Disfruten del placer que reside en la capacidad de desconectar del bullicio y las preocupaciones cotidianas, permitiendo que el aburrimiento haga su labor. El libro "El arte de saber aburrirse" de Sandi Mann sería una lectura recomendable ahora que empieza el verano.

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