Opinión

El deporte que nos invade: ¡vaya veranito!

Pasaron la Liga, la Supercopa, la Copa del Rey, la Champions League, la Euroliga y la Conference y hasta los play-off, con los equipos asturianos en danza, sea espejismo o realidad. El caso es que ha sido una temporada atosigante donde las haya, aunque la emoción de la Liga fuera de bajo perfil por la superioridad madridista. Ello sin contar los demás deportes, que también tienen su espacio emocional y participativo nada despreciable, aunque la comparación con el fútbol masculino sigue siendo totalmente asimétrica.

Pero esta vez también el verano viene cargado de expectación deportiva: nos hallamos en plena Eurocopa con la Selección Española demandando interés y apoyo social, a pesar de los desastres acaecidos en la Real Federación Española de Fútbol, con intervención gubernamental incluida y además la amenaza de una actuación internacional, que hasta podría suponer la pérdida de la coorganización del Mundial de 2030.

Pero nada de esto implica pérdida de vinculación popular con el fútbol, pase lo que pase, hasta en el terreno de juego.

Por si fuera poco, estamos asimismo en un año olímpico y los juegos de París están a la puerta para poner en escena a todo el deporte mundial integral en el país vecino, donde también la representación española va a arrastrar un importante seguimiento de gran parte de la población.

Nuestra peripecia olímpica ofrece un diverso muestrario, que adquiere un nivel de calidad relevante, pero con el añadido de que en los Juegos Olímpicos los espectadores valoran mucho más el alto nivel de los grandes campeones, por encima de la nacionalidad de procedencia, aunque siempre guste el éxito de los propios. Todavía recuerdo con enorme agrado aquella medalla de oro de nuestro Samuel Sánchez en Pekín, que a los asturianos nos supo a gloria.

Por tanto, a los Juegos de París les concedo un estatus especial y nada deformante cada cuatro años.

Si además, contemplo paralelamente la celebración posterior de los Juegos Paralímpicos, un verdadero ejercicio de empoderamiento y superación de las personas con discapacidad, aún me siento más proclive a esta epopeya deportiva.

Pero es cierto que no hay respiro para la población respecto a la hegemonía mediática del deporte durante todos los meses del año, siendo indudablemente el fútbol el factor más determinante. Esto produce una sensación de alienamiento considerable y pienso que aparta a la opinión pública de los debates y motivaciones necesarias para afrontar las cuestiones más de fondo de la vida pública y de sus legítimos intereses sociales para mejorar la calidad de vida de la gente. Quizás los sociólogos y otros profesionales debieran estudiar esta interferencia brutal para ir articulando decisiones políticas positivas para buscar un equilibrio cívico de saneamiento de la opinión pública.

Mientras sigo igualmente con un pie en el insuperable Tour de Francia, entiendo que debiera salir una directriz de las organizaciones internacionales para regular con mayor sensatez esta acaparación de espacio por el deporte, pero uno sigue creyendo que las flautas pueden poco contra las metralletas y aquí las armas son el enorme negocio económico sobre todo del fútbol, que rompe todas las lógicas humanas, profesionales y sociales para mantener su descomunal beneficio contra viento y marea.