Opinión

Emprendedoras contra viento y marea

Milagros y Marce, dos mujeres en tiempos de hombres

Cuatro décadas y media de democracia han supuesto muy notables avances en la sociedad española. En lo económico, en el papel que jugamos en el mundo y en derechos y libertades. De todas ellas los avances en la igualdad entre mujeres y hombres es una de las más relevantes. Falta aún un buen camino por recorrer, pero lo conseguido en este tiempo merece ser subrayado.

Una anécdota del día de las primeras elecciones democráticas en 1977 lo ilustra muy gráficamente. La edad para tener derecho a voto era 21 años. Una joven se presentó en un colegio electoral de Oviedo, dos meses antes de cumplirlos. El presidente de mesa al comprobar la fecha de nacimiento en su DNI le indicó que todavía no podía votar. La muchacha dijo que estaba casada y que su marido, allí presente, le había autorizado a hacerlo.

–¿Trajo usted el libro de familia?, dijo quien ejercía la presidencia.

–Por supuesto!, le contestó enseñándoselo.

¡Y votó!

No debemos olvidar que durante la dictadura franquista una mujer debía contar con la firma de su marido para abrir cuenta en un banco. Y no digamos para que le fuera concedido un crédito. Ser emprendedora en esas circunstancias pertenecía mas al reino de los milagros que a la realidad cotidiana. Y sin embargo Llanes contó, desde los años sesenta, con dos mujeres empresarias que lideraron sectores claves de la economía local.

Milagros Ampudia en el comercio de la villa. Y Marcelina Santoveña, Marce para todos, en la hostelería de Posada y en la noche del concejo. Ambas empezaron a trabajar, a temprana edad, como empleadas sin sueldo. Milagros debía conformarse con las propinas de Casa Ángel y Marce, con retales de tejidos del "corte y confección" donde cosía. Solo después de casarse pudieron, contra viento y marea, desarrollar con plenitud su genética emprendedora.

Milagros lo hizo con Benito Buj y empezó a regentar, con él, el ultramarinos de la familia de su cónyuge. Eran tiempos de racionamiento y escasez de productos en una España aislada internacionalmente. No se amedrentaron por ello. Desarrollaron productos propios. Uno muy parecido a lo que después fue el Cola-Cao; otro, de gran éxito, a los fideos italianos. E incluso algunos para el desayuno, semejantes a los copos de avena o a los cereales.

Soltera todavía, compró una máquina para liar pitillos y venderlos sueltos. Imaginación para satisfacer demandas nunca le faltó. Benito conocía sobradamente el negocio y le dedicaba todas las horas necesarias, pero lo de emprender e innovar siempre fue cosa de ella. Hizo evolucionar sus negocios, al compás de los cambios sociales en Llanes y en España. De la libreta en el pasado siglo, para quienes no podían pagar productos básicos de alimentación al contado, a artículos importados de México u otras latitudes para llaniscos emigrantes en ultramar o veraneantes con posibles. Y en el actual centuria, atenta a los cambios turísticos, abrió una nueva tienda, "Rico, Rico", de productos gourmet, con la que cumplió una de sus máximas ilusiones: regentar un establecimiento que no cerrara ningún día de la semana.

Nunca le faltó inteligencia y el trabajo nunca la asustó. Crió diez hijos y dirigió un buen número de establecimientos. No solo de alimentación. Cuando intuyó que el pret a porter iba a sustituir a las clásicas sastrerías abrió Midó y la complementó con Juvenil para calzado. Tuvo también el negocio La Abuela, en la calle Mayor del casco histórico, la misma en la que abrió el coqueto hotel "La Posada del Rey". Y adquirió posteriormente, para su ampliación, un edificio colindante.

Marce Santoveña pasó de hacerse sus propios vestidos, con los recortes de telas con que le pagaban, a casarse con Ángel, sastre en Posada formado en Barcelona. Ambos trabajaban y atendían el negocio, situado en un bajo de la Vega de Posada, cuando la década de los sesenta iniciaba su andadura. Cuatro años después de casarse deciden subir la sastrería al primer piso y abrir una cafetería, "Los Ángeles", en el local que quedaba libre. Fue y es un lugar mítico, moderno e innovador como todo lo que emprendió Marce, que debe su nombre al de su primer esposo y al de su primogénita.

Una grave enfermedad de Ángel trastocó todos sus planes. Hubo que afrontarla con recursos propios. No había el sistema sanitario actual.

Al iniciarse la siguiente década Marce estaba viuda, con una hija pequeña y sin ahorros.

De sol a sol, dedicó todas sus fuerzas e inteligencia al negocio. Empezó a remontar económica y anímicamente. Volvió a casarse, con Manolo el Cubano con el que tuvo gemelos, chico y chica, y decidió ampliar su ámbito emprendedor. Dejó a su cuñada María Jesús al frente de Los Ángeles y compró uno de los últimos solares céntricos de Posada. El cuarto de millón que costaba lo afrontó con un crédito que tuvo que pedir su marido. A una mujer no se lo concedían en aquella época. Afrontó en él un edificio cuyos bajos dedicó a discoteca. Así nació, en 1973, el "Bequer", que empezó a funcionar con el resto del edificio todavía en estructura. Con él lideró el ocio nocturno en Llanes.

Allí actuó lo mejor de la música asturiana, desde Nuberu a Vicente Díaz o Niti Colsa, pasando por otros como Juan Salazar, que cosechó grandes éxitos entre la parroquia local. También artistas nacionales como Ágatha Lys, Juanito Navarro o "Ellos son ellas" transformistas de la movida madrileña, colegas de Pedro Almodóvar. Estos últimos, con su espectáculo, conmocionaron a todo el concejo.

La década de los ochenta la inicia Marce trabajando y emprendiendo de nuevo. Abre una boutique de ropa en una parte de la discoteca y deja definitivamente Los Ángeles a su hermano Jovino y a su cuñada María Jesús. En 1986 compra una casona en Celorio en la que había veraneado Pablo Iglesias Pose y abre otro local de copas mítico: "El Casablanca", "El Molín de San Antolín", el "Canary de Pria" y "Las Escuelas de Naves" ya tenían digno sucesor.

El negocio iba viento en popa, pero "los de Fomento", como decía Marce, le amargaban la vida con expropiaciones y su correspondiente valoración. Intuyendo un cambio en los hábitos nocturnos y cansada de luchar contra burócratas, acabó vendiéndolo pocos años después e inició la última década del pasado siglo con una nueva iniciativa. Convirtió la discoteca "Bequer" en una cafetería diurna y un pub nocturno que siguen activos en Posada.

Marce ya no los regenta, pero su espíritu los animará, mientras sigan abiertos. De vez en cuando sigue visitándolos por aquello de "el ojo del ama engorda el caballo", aunque tenga toda la confianza en sus hijas, ahora al frente de los mismos.

Milagros ya no puede hacer lo mismo en los suyos. Falleció recientemente, pero sus hijos y nietos estoy seguro que tratarán de mantener el alma que imprimió a cada una de sus iniciativas.

Ambas fueron emprendedoras valientes, audaces, sagaces y con una inteligencia natural que les hacía ver con antelación lo que otros tardaron años. Y lo hicieron en un mundo tan machista que sin la firma de sus maridos no podían acceder ni a una línea de crédito, por más que todo bancario local admirara su éxito e intuición para los negocios. Eran las reglas. Menos mal que sus cónyuges siempre las respaldaron.

Una consigna feminista, hace unos años, demandaba "la mitad del cielo, la mitad de la tierra, la mitad del poder". A ambas esa mitad se les quedó pequeña.

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