Opinión

El coro minero, el fraile y el sastre

Impresiones de la fiesta final del concurso de canción asturiana de Oviedo

Quienes debemos lo mejor de nuestra formación a la labor educativa de los hermanos de La Salle entendemos el cariño innumerable que en el valle de Turón se profesa a los frailes del babero que, al menos en lo que a la experiencia propia se refiere, no fueron formadores ni sectarios ni dogmáticos. Más bien al contrario: quienes siendo niños vivimos el tránsito incruento del franquismo a la democracia, recibimos de los frailes lasalianos siempre mensajes diáfanos que llamaban al entendimiento y la concordia.

Viene esta reflexión a cuento de la corta pero emocionante presencia ayer del Coro Minero de Turón en la gala final del Concurso de Canción Asturiana “Ciudad de Oviedo”, veterano certamen que reúne a la flor y nata de los intérpretes de tonada de cualquier edad. La presencia de este laureado grupo coral trae siempre a la memoria la labor de Ginés Molina Alonso, que desde el colegio de La Salle logró reavivar la llama musical del valle a mediados del siglo pasado, apagada por los aires tenebrosos de la contienda civil. El animoso hermano Ginés ayudó a revivir este coro, con tanta eficacia como los frailes alentarían otras exitosas iniciativas locales, como el Deportivo Turón o la asociación Mejoras del Valle.

 De regreso al acontecimiento musical de ayer en el teatro Filarmónica, impresiona escuchar en un recinto cerrado “Santa Bárbara bendita” absolutamente a oscuras, con la sala apenas iluminada por las linternas de los cascos mineros que portan las voces graves de este coro veterano y monumental, que se despidió con otro de los emblemas populares de la canción asturiana: “Axuntábense”.

La tonada, ese lied de cuño asturiano, es cantar de chigre. Mientras corra la sidra, alguien en algún lugar entonará un cantarín. Me lo contó una vez Silvino Antuña “el sastre de Sotrondio”, que educó el oído a la asturianada en el bar de sus padres, que era academia de la tonada. Silvino, tipo elegante de impagable discoteca, siempre llevaba corbata. “Que vale para limpiarse la boca después de cada culete; y sin sidra no hay cante”.

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