Opinión

El mundo sin fútbol sería un error

Una historia del deporte rey

¡Qué grande es el fútbol! Apabullante quizá. Y si alguna vez la violencia desemboca en este deporte hemos de saber que no viene de él, de la misma manera que las lágrimas, lo decía Galeano, no vienen del pañuelo.

El pasado viernes, un día antes de la final de la Champion, fui a comer al Fede, en Gijón, frente a la casa natal de Jovellanos; habíamos pedido rubiel al horno con patatinas, y Jorge, mi amigo, me contó que esa tarde se iba a Londres, que tenía entradas para el Madrid-Borussia, en Wembley, y que después de llamar a mil sitios acabó reservando alojamiento en el Lanesborough Hotel, en el Hyde Park Corner.

–¿Cuánto te cuesta la noche?

–El precio normal es de unas mil libras, pero este fin de semana, con la final de la copa, me pidieron nueve mil, unos veintiún mil euros por viernes y sábado.

–¡Un atraco, Jorge!

–Sí, pero no tenía alternativa; ya me pareció milagroso.

El camarero, Alberto, nos dio a elegir entre dos blancos: un Ribeiro, Casal de Armán, y un Godello, O Pepiño de Allariz, al doble de precio; dado el nivel de nuestra conversación elegí Pepiño, a pesar de que venía yo algo enfadado porque se me olvidó bajar a ochenta la velocidad donde ese radar tramposo de la entrada a Gijón, poco antes de la glorieta que conduce a la Avenida de Portugal. Cabrones.

A lo que iba: comimos muy guapamente, hablamos de fútbol, de un jugador del Oviedo, Prieto, que cuando marcaba un gol recogía la pelota en la red y volvía por sus pasos arrastrando los pies, borrando sus huellas para que nadie le copiara la jugada. Nos reímos y, tras tomar el café, Jorge se fue volando.

Pagué yo, y al salir, a la vuelta de la esquina, el demonio son las cosas, me topé con Óscar, un amigo músico, que viaja a Londres todos los fines de semana a unos cursos de Choral Conducting (Dirección coral). Lo vi exultante.

–¿Qué haces aquí, que no estás en el Albert Hall? –le pregunté.

Me contó que se hospeda siempre en una buhardilla del Lanesborough, a un precio razonable que acuerda para todo el año, y que lo habían llamado de la gerencia del hotel, poco antes de irse al aeropuerto, para ofrecerle diez mil euros si les dejaba libre la habitación ese fin de semana.

Decía Nietzsche que el mundo sin música es un error, una fatiga, un exilio; pero, en este caso, pudo con la música la grandeza del fútbol.

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