Opinión

San Martín de Salas: el misterio y la piedra

Llueve y las primeras luces del alba se difuminan sobre el cementerio de San Martín de Salas. Bajo el tejo centenario la tumba del fotógrafo Luis Cernuda, Jumbo, permanece en silencio salpicada por alguna de las hojas que han caído en la noche. Abajo la villa se despierta despacio y el murmullo del tráfico asciende por la ladera mezclándose con el cántico inimitable de los pájaros. Hay paz a los pies de la iglesia de San Martín (s. XV), dedicada al Obispo de Tours (s. IV), declarada Monumento Nacional Histórico Artístico el 3 de junio de 1931.

Algo nos hace viajar a otro tiempo donde apreciar la presencia continuada de la cristiandad y sus misterios; a un pasado del que las piedras son el mejor testimonio. Porque, a veces, unas piedras atesoran informaciones mucho más valiosas de lo que pueden confiar algunas palabras. Nos dice Juan Eduardo Cirlot que “petrificar es detener, encerrar” y que la piedra es “un símbolo del ser, de la cohesión y la conformidad consigo mismo. Su dureza y duración impresionaron a los hombres desde siempre, quienes vieron en la piedra lo contrario de lo biológico, sometido a las leyes del cambio, la decrepitud y la muerte (…)”.

En ese viaje estamos solos, no hay texto ni mapa que sirva para desenmarañar el itinerario, aun cuando nos acompañe el conocimiento legado por quienes nos preceden. Sin abrir los ojos, acariciando la piedra, intento no salir de ese trance, del contacto que me mantiene unido a un monumento que ha sido ampliamente historiado, pero no por ello, deja de mantener prístina la experiencia de aprehender aquello que se escapa, lo que ha sido y deja sus huellas en la superficie y formas.

Fueron estas piedras recolocadas hacia finales del siglo XV y han sufrido varias intervenciones desde entonces. Hablar hoy de San Martín de Salas es citar con justicia a quien más luz ha aportado para su conocimiento: el investigador Lorenzo Arias Páramo, pero también a todos en quienes se ha apoyado para sustentar sus hipótesis y averiguaciones, además de los testimonios documentales que se guardan en la quietud de los archivos.

Estas piedras son con seguridad las mismas que primero dieron forma a la iglesia prerrománica que existió en el mismo lugar, de la que procede el repertorio epigráfico del siglo X que se conserva hoy en la capilla del Palacio de los Valdés Salas y que han sido magníficamente reubicadas y expuestas por la Fundación Valdés, después de que fueran torpemente extraídas en 1980 de los lienzos de San Martín. Aquí, en el templo, permanecen las réplicas de varias lápidas epigráficas y columnillas de un valor artístico y documental indiscutible, descritas con erudición en diferentes publicaciones por Arias Páramo.

Quien fuera cronista oficial del concejo, el párroco Luis Iglesias Rodríguez, que por serlo de Santa María la Mayor de Salas habrá gastado buena parte de sus horas en preocuparse por este lugar sacro, refiere en su libro Historia del Concejo de Salas (1983), que “en el siglo IX existía ya el monasterio de San Martín de Salas, cuyos términos comprendían la parte central del concejo, extendiéndose probablemente —los límites no son claros— desde Ardesaldo y Bodenaya hasta Villazón y los “collados” de Cermoño. En el año 1006 fue donado a la catedral de Oviedo por la reina Velasquita”.

Volviendo a estas epigrafías y a sus magníficas superficies, tesoro para el conocimiento y no solo arte o forma, situándonos en la fachada meridional, observaremos en el lugar donde se encontraba el original de una lápida, que su inscripción refiere a la reconstrucción: había sido destruida la iglesia desde hacía mucho tiempo y fuera Adefonsus (Alfonso) Confesso quien ordenó renovarla y volver a levantarla. Es en otra de estas lápidas donde se indica que en el altar están guardadas reliquias de San Salvador, Santa María, San Martín obispo, San Juan Bautista, San Andrés, San Tirso, San Félix, San Román, Santa Eulalia y San Pelayo y que el templo fue restaurado por Adefonsus Confesso, lo que se fecha el 12 de octubre de 951. Piensen en el valor de las supuestas reliquias que aquí se custodiaron. Una tercera inscripción refiere que Adefonsus Confesso, muere el 27 de julio de 969, es decir, dieciocho años después de la reedificación.

De esta información y de la ampliación de datos que puedan someterse a estudio, atendiendo al contexto político y religioso de la época, se puede inferir un riquísimo conocimiento sobre el cuándo, el quién, y el por qué de los orígenes de este templo, pero también sobre los precedentes y el devenir posterior hasta llegar a nuestros días. Como en tantos otros lugares del orbe cristiano, estos testimonios son una fuente de conocimiento esencial. Pero aquí lo importante ahora son las piedras y su pervivencia, que no son solo materiales empleados para albergar espacios para el culto, puesto que soportan en sus superficies informaciones valiosas que nos hacen comprender el pasado y los símbolos como la cruz tan precisos para aquellos que han entendido esencial depositar su fe en un dios y en una religión que lo nombre y enaltezca.

Para mí deja de llover mientras observo las ligeras masas de niebla que envuelven Salas de Anonaia. Agudizo el oído, pero me resulta imposible escuchar las aguas del río que descienden en la vega. Recorro el perímetro de San Martín buscando entre sus resquicios sin poder acceder al interior. Es este, sin duda, el mejor espacio para una meditación sobre lo mundano de nuestras vidas, y bien quisiera ser, por unas horas, anacoreta para sentir cómo pudo haber sentido un anacoreta, y observar el mundo exterior desde su interior sereno. Sentir y pensar como él, comprender profundamente los símbolos, lo oculto y sus misterios.

El párroco Luis Iglesias llevaba razón y el monasterio de religiosos de San Martín sería donado a la iglesia de San Salvador de Oviedo por la reina Velasquita, primera esposa de Bermudo II de León, el 29 de agosto de 1006. Tirar del hilo de la Historia supone colocar sobre la mesa un enorme puzle con piezas como las lápidas epigráficas de San Martín, pero desde aquí, tan solo quiero invitarles a que sientan el tiempo que se deposita en los lienzos de esta iglesia, a descubrir la colección que se encuentra en la Fundación Valdés, en el centro de la villa de Salas, y a disfrutar del magnífico trabajo de investigación que se ha hecho para explicar estos testimonios del pasado que pervivirán mientras exista sensibilidad para valorar el patrimonio cultural que nos ha sido legado.

(Artículo incluido en el libro Salas: Historia y Futuro, editado por el Ayuntamiento de Salas en mayo de 2024, que será presentado el 6 de junio en el Club Prensa Asturiana de La Nueva España, en Oviedo).