Opinión | Tribuna
Las casadiellas envenenadas de Baiña
Un crimen del siglo XIX que conmocionó a los mierenses y que probablemente quedó sin esclarecer
Un suceso ocurrido en marzo de 1895 en Baiña (Mieres) no sólo aterrorizó al citado pueblo, inquietó también a los habitantes de Mieres. Un matrimonio de Baiña, Bernardo Castañón y su esposa Rosaura Alonso, como era habitual, madrugaban para hacer las tareas diarias agroganaderas y las propias del hogar. Al levantarse de la cama el día 5 de marzo de 1895 encontraron en el corredor de la casa dos casadiellas ("hechas como la tradición establecía:p asta de nuez, azúcar y otros ingredientes"). Les sorprendió el hallazgo y tildaron el obsequio de broma, atribuyéndola a algunos de sus convecinos, con todos los cuales el matrimonio citado mantenía una entrañable amistad de décadas.
A las pocas horas de ingerir la casadiella, Bernardo empezó a notar unos dolores insoportables que se prolongaron durante el resto del día y la noche, falleciendo al día siguiente, 6 de marzo. La esposa, Rosaura, por su parte, siguió el mismo curso de la enfermedad del marido, aunque algo más atenuada, obligándola a ingresar en estado grave en un hospital. La coincidencia de los dos casos ya dejó entrever de inmediato la sospecha de la adulteración de las casadiellas con veneno.
El Juzgado Municipal de Mieres instruyó las diligencias oportunas, se procedió a la autopsia del fallecido, remitiendo sus vísceras a Madrid para su examen por el Laboratorio Médico-Legal. Hasta aquí la información publicada por "El Carbayón" el diez de marzo de 1895. No hay información posterior del estado de salud de Rosaura ni más detalles del suceso. Desde Oviedo sigo con interés las colaboraciones históricas del señor Ernesto Burgos relativas a la cuenca del Caudal. No recuerdo si abordó el tema qué tratamos hoy.
Lo más probable fue que el crimen o crímenes de Baiña quedaran impunes. A finales del siglo XIX, la citaciones para asistir a juicio eran incumplidas por procesados o testigos debido a la ausencia y dificultades de comunicaciones terrestres. La situación empeoró con la creación de los Tribunales de Audiencias de lo Criminal en Tineo, Cangas de Onís y Oviedo, el 2 de enero de 1883, en la que se integraba en Cangas de Onís todos los municipios de la zona oriental y, sorprendentemente, los juzgados de las cuencas del Caudal y Langreo.
"Causa horror tener que ir a Cangas por las molestias, gastos, incomodidades, etc. Así que, cuando se presencia algún delito, en vez de procurar su descubrimiento, todo lo mundo procura ocultarlo y huir para no declarar", informaba la prensa de la época.
La incomprensible adscripción de las Cuencas a depender desde 1883 de la Audiencia de lo Penal de Cangas de Onís originó una larga polémica. Porque desplazarse desede Aller, Caso ó Sobrescobio a Cangas de Onís era toda una odisea, suponiendo, entre la ida y la vuelta por los montes, entre cuatro o cinco días de viajes. Estando mpracticables los caminos, además, entre los meses de octubre a mayo por la nieve Desde Laviana, San Martín, Langreo, Mieres o Lena, el viaje era más liviano: se podía acceder hasta Oviedo o El Berrón –según la cuenca– y desde allí trasladarse a Arriondas en el tren llamado en su tiempo "de Infiesto"; finalmente, el último tramo, Arriondas-Cangas de Onís, se hacía andando.
No puede extrañar por tanto el efecto disuasorio de asistencia a los juicios, dada la falta de comunicaciones y el añadido incomprensible de incluir a las Cuencas en la Audiencia en Cangas de Onís.
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