Opinión

La clase social que marcaban los ascensores

La preferencia y el mayor valor de los pisos bajos hasta que se popularizaron los elevadores

La estructura vecinal en las comunidades en la primera mitad del pasado siglo permitía la amistosa relación de los vecinos en las viviendas de la zona urbana, superando el clasismo profesional o económico. En una casa de las primeras décadas del pasado siglo, en los sótanos solían vivir, en condiciones tradicionalmente inhabitables, familias muy modestas (maleteros, limpiabotas, planchadoras). En el entresuelo era frecuente la presencia de familias de clase media, afectados además por la reducción de espacio que imponía el ascensor. En el principal –de ahí el nombre– lo hacían profesionales, preferentemente médicos, abogados y gente adinerada. Los pisos 1º y 2ª seguían en el escalafón económico a los del principal. En los 3º, 4º y 5º, si los había, se percibía un claro descenso en su "status" en relación al principal, y los primeros y segundos. Finalmente en la buhardilla vivía el portero, obreros o artesanos. No existían barreras de convivencia y el vecino del principal charlaba en el rellano de la escalera o en el portal, con los vecinos más modestos. No cabe duda que estábamos ante una sociedad mucho más homogénea que la actual. Las preferencias a principios del pasado siglo se orientaban a los pisos bajos por la ausencia de ascensores. No sorprende, por ejemplo, que Córdoba con sus elevadas temperaturas en verano, los pisos más valorados eran los bajos o primeros aunque con la llegada de los ascensores cambiaron radicalmente las opciones hacia los pisos altos.

Según Sara Suárez Solís, maestra nacional y excelente colaboradora de LA NUEVA ESPAÑA en los años 80, la culpa de "echar" a las familias modestas de los edificios del centro de Oviedo, vino propiciada por la instalación de los ascensores al utilizar viejos espacios (bajos, sótanos, entresuelos) y el consiguiente incremento en los gastos comunitarios, segregando claramente la vecindad. Curiosamente, antes de la guerra, los ascensores sólo se usaban para subir o bajar y tenían un horario fijo de uso: de 9 de la mañana a 10 de la noche. La mencionada Sara Suárez, cita una anécdota de la posguerra de una señora con la que habló en la calle y le dijo optimista "voy a cambiar de casa, porque la nueva tiene ascensor y descensor". Bien entrada la década de los 50 aún se mantenían las restricciones horarias de su uso, según me comentaba mi amigo Santos Muñoz, vecino de las casas del Cuitu en Uría.

De los antecedentes históricos de la instalación del primer ascensor en Oviedo ya existía un proyecto en abril de 1890 en la calle Fruela. Uno muy recordado era el instalado en la llamada Casa Blanca, en Uría. En Madrid, en el edificio de la Telefónica los ascensores instalados atrajeron a miles de madrileños.

A pesar de las frecuentes incidencias y sustos que originaban, los ascensores están considerados como el medio de transporte más seguro. En la reiterada lectura de la prensa regional no recordamos muertes en Oviedo en el pasado siglo por su funcionamiento. Otro aspecto son las caídas en sus cajas. Sí cabe reflejar un hecho que tuvo mucha resonancia el 25 de septiembre de 1924: el fallecimiento de un conocido empresario asturiano aplastado por un ascensor en un hotel de San Sebastián.

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