Opinión | Crítica / Música

A por otros 40, Carmen: la crítica del concierto de Linares en Oviedo

La cantaora, premio "Princesa de Asturias" de las Artes, cierra la Semana de los galardones con una actuación cercana, brillante y sentida

EN IMÁGENES: Así fue el concierto de Carmen Linares en Oviedo para cerrar la semana de los Premios

EN IMÁGENES: Así fue el concierto de Carmen Linares en Oviedo para cerrar la semana de los Premios / MIKI LÓPEZ

El paso de Carmen Linares por Oviedo para recoger junto a María Pagés el premio "Princesa de Asturias" de las Letras ha demostrado que en esta ciudad se ama la música y, ahora también, el flamenco. La cantaora jienense ofreció, en un bello entorno postindustrial, un concierto dentro de la gira que está llevando a cabo bajo el título de "40 años de flamenco", en donde resume toda su trayectoria artística y en donde funde lo popular con lo culto, la poesía con la tradición oral del pueblo.

La actuación de la noche del sábado fue más cercana que la del Auditorio Príncipe Felipe el viernes junto a María Pagés, brillante, solemne y sentida –ya lo dijimos– pero en un ambiente más encorsetado que a veces no es el más adecuado para escuchar flamenco en donde la libertad es su fundamento.

Una antigua nave de una fábrica de armas tampoco parecería a priori ser el lugar adecuado para escuchar y sentir el cante, aunque la buena acústica y sonorización de la sala demostró lo contrario y las cerca de 500 o 600 personas que allí estábamos pudimos disfrutar mucho del espectáculo.

Si en el Auditorio, un día antes, la cantaora jienense abrió con el silencio ruidoso de la toná, en La Vega cambió el formato y arrancó por tangos flamencos, con letras de Lorca y populares y un fondo de escenario con la imagen de la alhambra de Granada. Mucho ritmo y sabor flamenco con un magistral piano de Pablo Suárez, en una interpretación que creó para su "Antología de la mujer flamenca" (1996). Siguió una elegante interpretación de "Andaluces de Jaén", de Miguel Hernández, con resabios de taranta y hasta de petenera muy bien acompañada del rasgueo y los punteos de Salvador y Eduardo al toque.

Carmen, muy bien arropada musicalmente (aunque su poder vocal le permite cuando quiere llenarlo todo con el solo acompañamiento de una guitarra), incluye en este espectáculo instrumentos poco habituales, como la batería o el contrabajo, además del piano. Y es que –ya lo hemos dicho–, esta cantaora es de la generación del cambio, la de Camarón que, junto con Ricardo Pacheco, se atrevió, precisamente en "La Leyenda del Tiempo", a traer sonidos renovadores que hoy se han integrado en la escena flamenca. Precisamente este tema, con letra de Lorca, pero en su versión morentiana, lo cantó el sábado en Oviedo con gran emoción. Fue su pequeño homenaje a Enrique Morente

Coquetea Carmen con otras músicas que fusionan bien con el flamenco, como el jazz, aunque el protagonismo lo marca siempre el cante y ella. Es tan renovadora y abierta como clásica y canónica.

Tras sus aventuras experimentales en el escenario, Carmen regresa a su lugar y abraza la toná, ese palo de fondo negro, misterioso y ancestral del que parten todos los cantes del flamenco. Lo cantó tan solo con el ritmo de palmas y tacones, recreando el sonido de la forja, el espacio de trabajo en donde nació la toná y su hermano el martinete. Hace su primera incursión Vanessa Aibar, austera y expresiva, seria como esa toná que va dejando paso a la siguirilla, otro palo duro magistral en la voz ronca de Carmen que, en esta pieza se "echa atrás" para dar protagonismo a la danza; una danza envolvente, sin lugar a la floritura folclórica, que pinta un ambiente misterioso con su seco taconeo, el piano y la guitarra.

Llegamos al punto álgido del concierto y los músicos, ya sin Carmen, que hace su pausa para tomar aliento (a pesar del cansancio por estos intensos días de la semana de Premios mantiene intacto su chorro de voz) homenajean a Paco de Lucía, atreviéndose con "Canción de Amor" del genio de Algeciras y con un Eduardo Espín Pacheco (hijo de la cantaora jienense) al toque muy a destacar.

Regresa la artista al escenario y recoge el eco de Espín, aunque esta vez encauzándolo hacia otro de los grandes palos del flamenco, la soleá, cuya interpretación fue, a mi juicio, lo mejor del repertorio de Carmen de anoche en La Fábrica. Que bien se siente "Moguer" de Juan Ramón Jiménez con el fondo serio y profundo de la soleá. Este palo lo llevó la cantaora jienense, desde un registro perfecto, a su plenitud expresiva, lo que demuestra su largueza y capacidad vocal. La soleá bien cantada es cosa de unos pocos.

De la pena y el sentir pasamos de nuevo a los aires alegres y ritmos primitivos de Huelva, por fandangos con "mis niñas". Así se refería a las dos palmeras, Ana María González y Rosario Amador, que la acompañan en el espectáculo y que cantaron con Carmen muy bien, mostrando un potencial vocal que arrancó aplausos entre el público.

Terminó con fiesta la de Jaén, por alegrías de Cádiz inspiradas en "La Vendimiadora" de Miguel Hernández y en donde tuvo su gran protagonismo al baile Vanessa Aibar, que hizo las delicias de la afición ovetense, entregada ya al duende.

Carmen lo dio todo en Oviedo. Llevó al límite su registro, experimentando con la tesitura de su voz quebrada, en donde hay sentimiento y técnica, potencia y compás. Un repertorio completo, con seriedad y respeto al flamenco más puro, pero a la vez con alegría y ritmo y un despliegue de musicalidad con influencias de fusión.

Oviedo amó estos días al flamenco. El paso del huracán Linares-Pagés dejó su semilla y quién sabe si han reconciliado a los asturianos con el flamenco e inauguramos una nueva etapa en la que, en las programaciones culturales, al igual que traemos jazz y otras músicas universales, incluimos más flamenco. ¡A por otros 40 años, Carmen!

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