Opinión

Un ovetense en el renacimiento del flamenco

La participación de Pérez de Ayala, junto a Falla y García Lorca, en el grupo de intelectuales y artistas que promovió en Granada, hace ahora 100 años, el primer certamen nacional de cante jondo

El próximo mes de junio se conmemora el centenario del primer certamen nacional de cante jondo que se celebró en la plaza de los Aljibes de la Alhambra de Granada. Fue un hito histórico en el renacer del flamenco y con esta intención se hizo. Detrás de la iniciativa, además de los grandes cantaores del momento como Antonio Chacón y Manuel Torre, estaba un grupo amplio de intelectuales y artistas capitaneados por Manuel de Falla, entre ellos, el escritor y diplomático ovetense Ramón Pérez de Ayala, que no solo firmó el manifiesto en defensa de los “cantes antiguos” sino que presenció y fue parte activa de esta cita cultural. Pérez de Ayala era sensible al flamenco y escribió, por ejemplo, sobre Pastora Imperio, una de las mejores bailaoras gitanas de la época y que inspiró al propio Falla en su “Amor brujo” y fue musa de muchos intelectuales.

Buscaban la revalorización del cante flamenco y el 31 de diciembre de 1921 enviaban una petición formal al Ayuntamiento de Granada solicitando 12.000 pesetas para poder organizar el concurso los días 13 y 14 de junio de 1922, coincidiendo con la festividad del Corpus Christi.

La solicitud estaba apoyada por músicos (Manuel de Falla y Joaquín Turina, entre otros) políticos como Fernando de los Ríos; escritores (Federico García Lorca, Juan Ramón Jiménez o Ramón Pérez de Ayala), pintores y hasta el torero, amigo de Lorca, Ignacio Sánchez Mejías.

Sin embargo, el apoyo de Pérez de Ayala fue de los más entusiastas, junto con el de Lorca y Fernando de los Ríos, sobrino de Giner de los Ríos, pedagogo krausista fundador de la Institución Libre de Enseñanza, muy cercana a Pérez de Ayala. El escritor y diplomático ovetense conocía a muchos de los firmantes y se movía en los ambientes literarios en donde probablemente supo de esta iniciativa.

El certamen fue organizado por el Centro Artístico Literario y Científico de Granada con la colaboración de uno de sus socios más activos, Federico García Lorca, aún veinteañero. Pero el alma mater era Manuel de Falla con el asesoramiento de Antonio Chacón y Manuel Torre, dos de los cantaores más grandes que ha dado la historia del flamenco.

Los intelectuales y artistas que pusieron en marcha este evento lo hacían ante el temor de que el cante jondo se perdiera por la proliferación de los llamados cafés cantantes, en donde los palos mayores del flamenco, como la siguiriya o la soleá, derivaban en otros más frívolos. Así, citando a Manuel Ríos Ruiz, el flamenco, al llegar estos escenarios de moda “descendió desde la altura de la malagueña y la cartagenera chaconiana a la truculencia del fandango, a la frivolidad del cante indiano y a la vulgaridad del cuplé. Los cafés y el teatro perjudicaron a la pureza y calidad a cambio de elevar el rango del cantaor profesional”.

El concurso, muy concurrido, sentó un precedente y puso las bases de los concursos nacionales de flamenco que llegan hasta nuestros días, inspirados en el de 1922. Sin embargo tuvieron que pasar más de tres décadas para que en 1956 se celebrara en Córdoba, siguiendo la estela del granadino, el Concurso Nacional de Arte Flamenco y en 1958 un grupo de poetas jerezanos animados por el periodista Juan de la Plata crearan la Cátedra de Flamencología y Estudios Folclóricos de Andalucía, aportando un rango académico al flamenco.

Hoy el flamenco, declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco, goza de buena salud, aunque siempre es malo bajar la guardia y dormirse en los laureles, porque aquellas mismas tendencias de los artistas de los años veinte hacia el cuplé, siempre más popular que el áspero cante jondo, se pueden apreciar hoy en muchos de los principales artistas del flamenco actual, que encuentran más arrope popular en el cancionero fácil y dulzón que en los palos duros y agrios del cante.

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