Opinión

La familia con cuatro centenarias

La extraordinaria longevidad de las mujeres de Barru (Llanes)

El «Retrato de la España centenaria», que publicaba LA NUEVA ESPAÑA en su reciente suplemento «Siglo XXI», relataba numerosas curiosidades sobre la vida de ese reducido grupo de personas que han superado el siglo de vida. Son vivencias de unas mujeres y hombres que han sobrevivido todo un conflictivo siglo, han superado guerras, epidemias y bastantes problemas de supervivencia. Todas unas experiencias que han resistido en toda España y cuentan las distintas maneras de vivir por toda nuestra geografía.

No me resisto a contar una singular curiosidad que hemos tenido en nuestra Asturias y que puede completar el largo relato del retrato publicado. Si es difícil encontrar personas que superen el siglo de vida, una familia con cuatro hermanas centenarias en su haber parece casi irrepetible. Ocurrió en el concejo de Llanes, en un núcleo rural que prácticamente nunca o casi nunca superó el centenar de habitantes, el centenar de residentes.

Rosario y Ricardo, vecinos y residentes en Barru, tuvieron nueve hijos, seis hembras y tres varones (Ramón, Gloria, Rosario, Ángeles, Daniel, Carmen, Áurea, Mercedes y Ángel). Bien, pues de las seis hijas, cuatro superaron los cien años de vida. Y con buenas saludes en sus tramos finales. Ricardo Martínez Sánchez, conocido por el Zolitro, trabajó de joven en una tejera de Amurrio y allí aprendió la xíriga, el lenguaje que los tejeros utilizaban para entenderse sólo entre ellos; ya mayor, acudía los martes al mercado semanal de Llanes y luego contaba sus «aventuras y anécdotas comerciales» del viaje –menos de seis kilómetros entres las dos estaciones de Llanes y Celorio–, con fantástica curiosidad. Rosario Cué (conocida familiarmente como Madre –¡bueno tuvo nueve hijos, casi la mitad del pueblo, a la par de otra centenaria, Rita Gómez, también madre de otra familia muy numerosa!– participaba en todo tipo de acontecimientos que se celebrasen en el pueblo. Según se contaba en la familia, tenían antecedentes parentales longevos.

De las cuatro centenarias Rosario –Charo– fue la mayor de las hermanas que superó los 108. Sus últimos años los pasó en una silla de ruedas pero dirigía la casa y disfrutaba de perfectas facultades mentales. Decía sobre su longevidad –pregunta obligada a todo centenario– que todos los días bebía de aperitivo un vasito de sangría. Ángeles llegó a los 106. Los últimos años perdió mucha vista y aunque apenas se veía en el espejo les decía a sus hijas –tuvo cuatro y un varón– que la pusiesen guapas. Reconocía que era un poco presumida. Superados los cien años aún daba grandes paseos por el pueblo.

Quien tuvo gran vitalidad en su larga vida fue Áurea, que cumplió 104 y aún corría tras haber superado el siglo. Podía ir varias veces a la iglesia parroquial, a kilómetro y medio de casa, para dirigir la preparación de las fiestas patronales. Y Mercedes, que en una ocasión la llevaron de urgencia al hospital de Arriondas, de allí al Hospital General de Asturias, y la dejaron internada, asombrados los facultativos porque dijeron que no tenía sangre. Luego cumplió 103.

Pero en Barru, al margen de las cuatro hermanas Martínez-Cué, hubo más centenarias. Rita Gómez vivió 105, Josefa Llorente 102, sus hermanas Teresa, Carmen, Elvira… están en el centenar. Con 99 años vivieron otras tres o cuatro vecinas de Barru, es decir, un diez por ciento de la población superó el siglo. Hay que destacar que en los años 50 del siglo pasado el pueblo sufrió una epidemia de fiebres tifoideas que afectó a prácticamente todas las familias locales y algunas veraneantes. Para abundar en la bonanza vivencial barrucana, hasta una ilustre veraneante alcanzó los 106 años, la hispanofrancesa Lydia «Mimí» Jacques, nacida en Langreo y de padres franceses. Algunos estudiosos han especulado sobre la longevidad de los barrucanos, quizá decir mejor de las barrucanas, achacada a las arboledas de encinas que hubo en la parroquia.

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