Opinión | Crítica / Música

Un cumpleaños por todo lo alto

Brillante interpretación de la "Sinfonía N.º 3" de Mahler para cerrar el 25.º aniversario del Auditorio

La celebración de las bodas de plata del Auditorio ha marcado un antes y un después en el panorama cultural del Principado. La histórica velada a cargo de la Orquesta Filarmónica de Viena o los dos conciertos de la OSPA y la OFIL –con los coros de la Fundación Princesa y El León de Oro (femenino e infantil)– refuerzan el inmenso potencial musical de nuestra región. No podemos más que congratularnos de la colaboración entre las diferentes administraciones para llevar a cabo estas iniciativas acogidas con entusiasmo por el melómano público asturiano.

La "Sinfonía número 3 en re menor" de Mahler es colosal. La última vez que se había podido escuchar en Oviedo había sido de manos de la Gustav Mahler Jugendorchester –encargada de clausurar, este curso, el ciclo "Conciertos del Auditorio"– en marzo de 2019

El primer movimiento, de ingentes dimensiones, requiere de un extraordinario manejo orquestal para ceñirse a las múltiples aristas de esta página sinfónica. Lucas Macías –director titular de la OFIL– asumió el reto con la profesionalidad y elegancia que lo caracterizan, imprimiendo a cada tema una vitalidad muy sugerente sin descuidar el equilibrio entre las diferentes secciones. Los metales fueron los protagonistas de este "Con fuerza. Decidido", gracias a sus intervenciones siempre directas y a un sonido muy cuidado incluso en los pasajes más incómodos en cuanto al volumen. A la brillantez de los metales –exponiendo el tema con tintes heroicos– acompañaron unos violonchelos muy compactos y de sonoridad incontestable. El maestro onubense contrapuso el lirismo de las cuerdas –con un pletórico Andrei Mijlin (concertino)– y la dulzura de las maderas a unos metales muy poderosos y una percusión muy precisa, conformando un primer número más que notable.

El "Tiempo de minueto. Muy moderado" evidenció unos balances muy cuidados desde el pódium, donde la batuta de Macías se encargó de marcar algunos ligeros rubatos para mayor encanto de la ejecución, llevando de la mano a una orquesta muy nutrida que, a pesar de su número, se movió con mucha flexibilidad y ligereza. El "Cómodo. Scherzando. Sin prisa", dejaría momentos de cierto efectismo ante algunas abruptas oscilaciones entre los fortísimo y los piano, siempre con una naturalidad pasmosa y bajo el engarce de una cuerda sedosa y homogénea. Ni siquiera algunas toses, a las que en nada ayuda el gélido aire acondicionado, impidieron disfrutar de la exquisita melodía que Luis González (trompeta) interpretó fuera del escenario.

La entrada de los coros Aurum y Los Peques de El León de Oro y de la mezzo Sarah Connolly apaciguaron los ligeros ruidos extra musicales de la sala. Al igual que en su sinfonía anterior (que pudimos escuchar el pasado 8 de junio) Mahler no renuncia a los cauces expresivos de la voz y la palabra y reutiliza aquí textos de los poemas "Así habló Zaratustra" y "El cuerno de la juventud". En el cuarto movimiento ("Muy lento. Misterioso"), los focos se centraron en la mezzosoprano británica. Su timbre robusto y oscurecido la posicionan como una intérprete ideal para este repertorio –como atestiguan sus trabajos discográficos–, evidenciando un sólido registro medio, un vibrato muy controlado y una voz redondeada potenciada aún más por unos fraseos muy expresivos. Macías se encargó de arropar a la solista a través de un sonido muy contenido en la orquesta, respirando con la dama británica y cerrando el número mediante un final impactante a cargo de los contrabajos.

Los coros, tanto femenino como infantil, brillarían en el "Gracioso a tempo y atrevido de expresión". Bien balanceados, con unas voces poderosas y precisas en cada una de las entradas (mérito especial para "los peques"), se plegaron a la batuta de Macías y exhibieron una proyección adecuada y una impoluta afinación que lograron mantener en los momentos de mayor exigencia, bien por la tesitura extrema o bien por el volumen piano que dificulta la colocación del sonido. De hecho, el luminoso acorde final de las sopranos fue el punto y seguido necesario para que el titular de Oviedo Filarmonía encarase el sexto y último movimiento (“Lento. Sereno. Sentido”) de esta magna sinfonía. En contraposición al inmenso despliegue de medios anterior, el desenlace de la "Tercera" se alcanza a través de una emotiva sobriedad donde Macías desarrolló un minucioso y exhaustivo trabajo para mover a la cuerda y recrearse en las subyugantes melodías de los violines que, en una atmósfera etérea y con una sensibilidad extraordinaria, rubricaron el aire trascendental ideado por Mahler en un final henchido de expresividad y elegancia.

En definitiva, 25 años de historia musical de un Auditorio Príncipe Felipe por el que han pasado los mejores solistas y orquestas de las últimas décadas y que han sido celebrados, como corresponde, por todo lo alto.

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